miércoles, 10 de junio de 2009

La gran aventura

Era un día especial porque íbamos de excursión de fin de curso con el colegio a Asturias.

El recorrido se hizo aburrido por momentos y divertido también por momentos. A la salida de la autopista que unía Lugo con Asturias, estaba colapsada por el tráfico. Echamos más de tres horas y media allí parados.

Unos kilómetros más adelante paramos a comer algo en una área de servicio, unos amigos y yo encontramos un lagarto muy grande, lo cogimos y lo llevamos al autobús. Le pusimos de nombre Valentino.

La llegada al albergue fue divertida porque lo primero que hicimos fue hacer los grupos de la habitación, yo fui con: Iván Porto, Sergio, Mauro y Alex.

Al terminar, nos llamaron los monitores para decirnos las normas del albergue. Más tarde nos dejaron ir a dar una vuelta por la ciudad, cerca de una esplanada había unos chavales haciendo derrapes con las motos de cross. Iván se acercó a ellos para hablar, pero sucedió lo contrario porque empezaron a hacernos señas con las luces, Iván empezó a correr y nosotros lo seguimos para escapar de las motos que nos venían detrás.

Nos metimos por muchos callejones hasta que los despistamos, uno de nosotros se dio cuenta de que era demasiado de noche para encontrar el camino de vuelta al albergue. 


 

 

Cerca de donde estábamos había una plaza muy grande y con bancos suficientes para dormir todos juntos. 

Los profesores estaban muy preocupados por nosotros la policía nos estaba buscando por los sitios cercanos al albergue. 

Al amanecer fuimos preguntando a la gente que pasaba, sí sabían donde estaba el albergue Camartín.

Caminando por una calle muy transitada nos encontramos con un cartel que indicaba muy bien donde estaba el albergue, nos dirigimos hacia él. 

Al llegar al albergue nos dieron muchos abrazos por parte de los profesores, monitores y amigos que se alegraron mucho de vernos. Por la noche hicieron una fiesta en nuestra llegada, con juegos, comida y mucha diversion, la fiesta duró hasta las doce de la noche.

Ya a la mañana siguiente, los monitores nos despertaron a la ocho para ir a hacer raftin a un río cercano, todo parecía muy bonito, hasta que supimos que los monitores nos podían tirar del la balsa.

Al final del trayecto hicimos una carrera, ganó mi balsa. Esa misma tarde nos marchamos de vuelta para casa.

  

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