jueves, 17 de diciembre de 2009

El payaso diabólico

Marina siempre había sido muy fan de las películas de miedo. Vio todas las películas de miedo que te puedas imaginar, pero en lugar de chillar y gritar como los demás, a ella ese tipo de películas le daban risa.

En las casas de terror, ella se lo pasaba en grande, y cuando la gente le preguntaba como lo hacía, ella decía:"No sé..."

Un día, el día antes de Halloween, Marina tenía preparado para el día siguiente su disfraz de niña del exorcista. A ella siempre le había gustado mucho esa película, y por culpa de eso, mucha gente decía que era rara. Pero aunque le gustaran esas cosas, también le gustaban las mismas cosas que a cualquier niña de su edad: ir de compras, ver series de adolescentes en la tele y poner la música muy alta.

Marina estaba en casa de su prima. Esa prima se llama Virginia, que tenía los mismos gustos que ella, y por eso se llevan tan bien.

Virginia decía que la noche más especial del año es el 31 de octubre, la noche de Halloween, porque era más fácil hablar con los muertos. Marina nunca había hecho eso, y su prima le dijo que si quería, que podía enseñarle. A Marina le daba un poco de cosa, y le dijo que no.

Cuando su madre fue a recogerla, le dijo si podía quedarse a dormir en su casa una amiga, y la madre dijo que sí. Marina llamó a su mejor amiga, Melania.

Ya en su casa, bajó a alquilar una película de miedo, "Rec", para verla por quinta vez. Melania lo pasaba muy mal con las películas de miedo, porque después tenía pesadillas.

Cuando acabaron de ver la película, enseguida se fueron a dormir, porque al día siguiente tenían colegio.

Marina se quedó dormida enseguida, pero Melania no podía pegar ojo después de haber visto eso, además, cuando al fin conseguía dormirse hablaba en sueños, lo que despertó a su amiga, y le dijo que podían dormir juntas si tenía mucho miedo.

Al día siguiente, se vistieron con su ropa normal, y llevaron sus disfraces en una bolsa, para cambiarse en el colegio.

En la parada del bus, Melania parecía inquieta, y cuando Marina le preguntó, ella respondió que tenía miedo por lo que pudiera pasar hoy en el colegio, porque sabía que los mayores harían una casa del terror, como todos los años. Marina le dijo que no se preocupara, porque estarían juntas.

Ya en el colegio, cuando estaban dando clase, los profesores mandaron a los alumnos a ponerse sus disfraces. Marina y Melania fueron juntas a cambiarse, como siempre.

Cuando salieron del baño, Marina salió vestida de niña del exorcista, y Melania de vampiresa. Había que reconocer que el disfraz de Marina daba un poco de miedo.

El día de Halloween nunca daban clase, lo cual era una alegría para los alumnos, porque podían hacer lo que les apetecía, y Marina y Melania andaban paseando por el instituto, hablando de sus cosas. Pero había una cosa que Marina no le había dicho nunca a nadie: la noche antes de Halloween, ella tenía un sueño que se repetía todos los años, y era que ella estaba en una casa de aspecto viejo, sentada en un sillón viendo la tele, y de repente aparecían un montón de zombis, y la perseguían por toda la casa. Ella corría y corría por un pasillo larguísimo, pero al final de ese pasillo la esperaba una vieja con un camisón todo ensangrentado, era como sacada de una película de terror. Esta vieja era una zombi-vampira, y justo cuando la vieja se abalanzaba sobre Marina para morderla, ella se despertaba. Era la única vez que Marina tenía miedo.
Los profesores avisaron a los alumnos de que la Casa del Terror ya estaba lista, y que los llamarían para entrar por grupos. Melania se puso nerviosa y agarró la mano de Marina, y ella dijo:
-¿Pero qué te pasa?
Melania respondió:
-Marina, yo no quiero entrar ahí. ¿Y si me pasa algo?
-Melania no seas tonta, ¿Qué te va a pasar si es todo mentira?
Melania se quedó pensando, y al final Marina la convenció. Llegó el turno del grupo de Marina y Melania, con 6 niños más de su clase: Ariadna, Jonathan, Lourdes, Jenny, Fátima y Omer.

Cuando entraron a la casa del terror, Melania se agarró fuerte a Marina, y ella le dijo que no se preocupara.
Ya en la casa, Melania estaba temblando del miedo que tenía.

Las hicieron pasar por un pasillo oscuro, apenas se veía nada, y se escuchaban unas voces y gritos.
Melania estaba agarrada a Marina, como no, no se soltaba de ella ni con agua caliente.
Al final del pasillo había una puerta. Un chico muy alto vestido con un disfraz de payaso diabólico la abrió, y les dijo que pasaran. Así lo hicieron.
A través de esa puerta, había un sillón y una tele encendida, igual que en el sueño de Marina. Ella se empezó a poner nerviosa, porque no se imaginaba qué pasaría de verdad.
El payaso diabólico de antes le mandó a Marina que se sentara en el sillón, y la ató con unas cadenas. Se llevaron a los demás niños, entre ellos Melania, que estaba gritando como una loca por su amiga -¡¡¡Marinaaaaa, socorroooo!!!
La pobre Marina no pudo ni mirar a su amiga de lo fuerte que la ataron, no se podía ni mover.
La dejaron sola en la habitación, atada al sillón y con esa tele encendida, como en su sueño. Marina empezó a llorar, a pasar miedo de verdad. En la tele se veía a una niña, también atada a un sillón y viendo la tele.
De repente, aparecieron una vieja y unos zombis
y empezaron a gritar para meterle miedo. Marina sentía que no podía más y gritó más fuerte que en toda su vida, esperando que alguien la salvara. De repente, escuchó como se rompía un cristal y se desmayó. Lo último que recordaba era que quería que Melania estuviera con ella.
Se despertó llorando y sudando del miedo que tenía. Al final todo había sido un sueño: el día de Halloween, la Casa del Terror...todo. Marina juró que no volvería a ver películas de miedo nunca más.
Cuando fue al baño a lavarse la cara, se encontró con que tenía un corte en el cuello.

Los Barbero

Me acuerdo bien de aquel verano en el que conocí a la familia Barbero.
Cuando llegué a Sarria unos amigos de mis padres nos invitaron a cenar en el bar de los Barbero.
Cuando fui al servicio conocí a su hijo pequeño, Benjamín, que estaba llorando porque no le dejaban cenar helado. Yo lo tranquilice y me llevo a conocer a sus hermanos.
Primero me presentó a su hermana Lidia, que justamente era de mi misma edad, y luego conocí a Enrique, el hermano mayor.
Me fui pensando que seríamos buenos amigos, pero nunca pensé que me estaba metiendo en la peor pesadilla que a nadie le ocurriría jamás.
Al día siguiente nada más levantarme fui a desayunar al bar de los Barbero. Lidia me sirvió el desayuno y se sentó a hablar con migo. Hablamos de nuestros gustos, de nuestras aficiones... ¡Coincidíamos en todo!
Entonces no me pareció sospechoso pero luego me empezó a oler a chamusquina.
Por la tarde quedé con los tres hermanos para ir a la playa. ¡Lo pasamos en grande! Jugamos al voleibol, nadamos, buceamos y tomamos el sol.
Después de aquella estupenda tarde me di una ducha y cuando me di cuenta tenia la espalda repleta de unas asquerosas ronchas verdes.
Mi madre al vérmelas cogió las llaves del coche y me llevó a urgencias.
Cuando los médicos me vieron no daban crédito. Vinieron casi todos los médicos que había allí y todos buscaban una respuesta en libros de media tonelada. Pero por más que buscaron ninguno nos supo decir qué eran aquellas extrañas ronchas. La enfermera cogió muestras y me dijo que reposara hasta que llegasen los resultados.
A la mañana siguiente después del desayuno vinieron Lidia y Benjamín a hacerme una visita. Jugamos al Monopoli hasta que su padre los vino a buscar.
No sé porque pero me dio la sensación de que tenía que ver a dónde iban, así que me escapé por la ventana.
Los seguí hasta una laguna donde abrieron la puerta de una caseta y se metieron los tres.
Me puse en la puerta a escuchar, pero lo raro fue que no se sentía ni una mosca. Cuando abrí la puerta la caseta estaba vacía ¿Cómo podían haber desaparecido?
Me dio tanto miedo que me fui corriendo para casa y decidí no volver a acercarme a la familia Barbero.
Cuando llegué a mi casa mis padres no estaban. Me dio un poco de miedo quedarme sola por eso decidí dormirme.
Cuando abrí los ojos mi madre entraba por la puerta con el plato de la comida y me dijo que si no me dolía nada, por la tarde podía ir a jugar con los amigos que había hecho en el pueblo. Decidí mentir y decirle que me dolía la cabeza.
La tarde transcurrió bien; los Barbero no se acercaron por mi casa.
Por desgracia mis padres decidieron reservar una mesa en el restaurante de los Barbero sin consultarme. Mi madre me dijo que me olvidara de las ronchas y que disfrutara de las vacaciones.
Nada más llegar al restaurante estaban allí los tres hermanos que se preocuparon por mi salud. Contesté a sus preguntas e intenté alejarme de ellos lo antes posible pero con disimulo.
Cuando llegué a casa después de la cena empecé a pensar que tenía que haber alguna explicación lógica; ninguna persona puede desaparecer así como así.
Al día siguiente después del almuerzo decidí ir a la laguna a investigar.
Cuando estaba a punto de llegar a la cabaña, oí unas voces que me hicieron esconder detrás de unos arbustos.
Eran Benjamín y su padre que venían detrás de mí. El padre le decía a su hijo que tenía que hacer recados y que hoy tendría que ir solo al pasadizo de la cabaña. Cuando Benjamín se quedo solo decidí ir a sonsacarle información. Estaba casi segura que me diría lo que quería debido a que era un niño sensible y fácil de asustar.
Cuando me vio echó a correr, pero lo atrapé fácilmente. Le dije que me llevara a los pasadizos y él me dijo que allí abajo vería las cosas más horripilantes que puedan existir. Le pregunté qué era su familia. Él me contó que su padre era científico y experimentaba con personas y quería que sus hermanos y él siguieran experimentando.
Fue corriendo a laboratorio. Yo preferí no entrar. Me trajo un antídoto para las ronchas que su padre me había provocado.
Al día siguiente metí toda mi ropa en la maleta y decidí que no volvería nunca de vacaciones a ese pueblo. Nunca me podré olvidar de lo que viví en el pueblo de Sarria.

El susto de Halloween

Era una noche fría y de intensa tormenta, en la que sonaba el reloj del infierno a las tres de la madrugada. Era la noche de Halloween.

Llovía y llovía, y los relámpagos cada vez eran más estruendosos.

Toda la Hemisciudad Mortal estaba asustada, no se veía, no había medios de comunicación... el miedo se percibía por todas partes sin desaparecer tan siquiera un segundo.

Las lágrimas de los Langus caían sin cesar, formando una poza enorme de gotas de sangre, sucia y fría, como una mañana helada de invierno.

Parecía que la Hemisciudad estaba poseída por el demonio... tanto que caía sangre del infinito cielo, sangre en el revuelto mar, sangre en las casas, sangre en los coches, sangre en las carreteras... ¡SANGRE!

¡Era algo horripilante! ¡Yo no me podía creer lo que tenía ante mis enormes ojos saltones...! ¡Todos los Langus se habían transformado! Excepto yo, que permanecía igual que siempre. Ahora el miedo me mataba todavía más por dentro.

Creo que ya no tengo ni pulmones para respirar, tenía tanto miedo que cada vez mes sentía más pequeña. El aire se desvanecía de mi boca tan rápido que no lo podía ni atrapar. Ya no tenía lágrimas para llorar, mis ojos estaban totalmente secos.

Estaba tan aterrorizada que no me podía mover, mis piernas iban perdiendo fuerza y ya no era capaz de sostenerme en pié. Justo en el momento en el que pensé que estaba mejor... ¡paf! Me caí al suelo tan rápidamente que no me dio tiempo a evitar el golpe.

Ahora ya tenía otra preocupación más. De mi cabeza sobresalía un gran bulto. Pensé que el causante era el golpe que me había dado, pero en cuanto fui a tocar mi enorme chichón... ¡un hombrecito salió de él! ¡Ya no me puede pasar nada peor!-grité yo en medio de la Hemisciudad Mortal para ver si alguien me podía escuchar y venir a salvarme.

Empecé a gritar como una loca, pero todo fue inútil, nadie me oía, es como si yo no existiera. Todo era tan grande... y yo me sentía tan pequeña... Al principio pensé que ese hombrecito no podría derrotarme, pero me equivoqué. ¡Era pequeño, si, pequeño pero matón!

Llevaba un trajecito de Hallowen con unos bolsillos enanos, llenos de sangre y con frases alrededor.

Me di la vuelta un segundo, y en cuanto me giré, el maldito hombrecito se lanzó sobre mí, poniéndome un enorme cuchillo entre ceja y ceja. No sé dónde traería ese cuchillo que era más grande que él, pero la cuestión es que lo tenía, ahora apuntándome al corazón.
Mi respiración, cada vez, era más fuerte ya que tenía falta de oxígeno. Mis latidos más rápidos, porque el miedo me recorría todo el cuerpo a cada segundo y mis piernas temblaban tan rápido que parecía que tenía alguna enfermedad...
Mi cabeza estaba tan atrofiada que no podía pensar en cómo librarme de todo lo que me estaba sucediendo.

El cuchillo seguía apuntándome al corazón y cada vez se clavaba más en mi piel. La sangre descendía por mi cuerpo como un río de hielo que se descongela y baja a toda prisa montaña abajo.
En el momento en el que pensé que el cuchillo se iba a clavar completamente en mi piel, el hombrecito lo aparto de mí. Dio un chasquido con sus enanos dedos y... ¡zaas! aparecieron nueve hombrecitos más con un arma cada uno. Ahora sí que tenía motivos para saber que mis horas de vida estaban contadas. Mi cara se empezó a poner de color pálido y apagada, ya que ahora tenía muchísimo más miedo, mucho más pánico.
Los hombrecitos empezaron a rodearme tan rápido que no me dio tiempo de pensar en que podría tener la oportunidad de escaparme.
En aquel instante, lo único que se me ocurrió fue suspirar. En el momento que eché mi suspiro, todos los hombrecitos me apuntaron con sus enormes armas de fuego, ya que pensaban que iba a gritar socorro o algo por lo estilo.
Cuando se dieron cuenta de que lo único que había hecho había sido suspirar, bajaron sus armas y se sentaron a mi alrededor, cogieron muchas cuerdas y me ataron a una estatua situada en el centro de la Hemisciudad Mortal , a la que ahora le podríamos llamar Hemisciudad Encantada, ya que lo que estaba sucediendo no era normal.
Yo no me podía mover, estaba totalmente cubierta de cuerdas, ¡de los pies a la cabeza! ¡No les llegaba con secuestrarme que ahora no me dejan ni respirar!- pensé yo en aquel momento...
De allí a unos segundos se escuchó un ruido, parecido a una alarma de incendios, o una ambulancia, o un coche de policía o... no sé lo que era, pero en cuanto oí ese sonido mi cara cambió de color inmediatamente, se puso en su tono normal. Mi corazón latía más despacio, como si esos sonidos fueran de alguna persona que me venía a salvar de esta horrible situación.
Los hombrecitos se volvieron todos locos con el ruido, por lo que se marcharon. ¡Pero no me desataron!
El ruido cada vez se escuchaba más cerca y también se oía derrapar ruedas de coche. Y así era, un enorme coche de policía venía hacia mí. ¡El coche se iba acercando cada vez más...! ¡Se va a estrellar contra mí!- pensé yo aterrorizada.
Estaba a tres milímetros de mí cuando el coche pegó un enorme frenazo. La puerta del vehículo se abrió rápidamente y de ella salió una mujer saltando y gritando. ¡Era mi madre!
Vino corriendo a mi lado. Entre ella y los policías me desataron y después me abrazaron tan fuerte que no me dejaban respirar.
En aquel momento no se me ocurrió preguntarle a mi madre como estaba allí, ya que yo pensaba que ella también se había convertido en un bicho raro, como los demás Langus.
Por lo que veía, nosotras y los policías éramos los únicos supervivientes de aquella gran tragedia, y en aquel momento no le encontraba explicación.

Ellos no paraban de hacerme preguntas porque, aunque había estado poco tiempo en peligro, me había podido pasar algo. Yo hacía que les escuchaba pero en realidad estaba dándole vueltas al asunto de cómo ellos estaban vivos y los demás aún seguían transformados en aquellas horribles y peligrosas criaturas.

Después de tanto tiempo investigando llegué a la conclusión de que ellos estaban bien porque habían estado todo el rato dentro del coche buscándome sin parar, por lo que al no salir a la Hemisciudad Mortal no sufrieron esa horripilante transformación que a mí me había aterrorizado en aquel interminable momento.
Ahora ya estaba más tranquilizada porque tenía compañía que me podía defender en caso de ataque de los Langus que estaban transformados.
Los policías pusieron el coche en marcha y dimos un recorrido por toda la Hemisciudad Mortal.

Mi cara no se despegaba de la ventanilla ni un segundo, aquello que mis ojos veían parecía una pesadilla de la que me quería despertar ya, no quería estar ni un segundo más viendo tantas cosas espantosas.
El pánico volvía a regresar a mi cuerpo, por lo que despegué mi cabecita de la ventana. El policía vio por el espejo que yo no estaba bien y me mandó tumbarme en los asientos para descansar y tranquilizarme un poco, porque los coches patrulla en el techo tienen cristal por lo que puedes ver el cielo.
Y dio resultado, ya estaba tranquila y muy cómoda. Aquello era como estar tumbada en mi cama que tanto extrañaba en aquellos momentos.

Mi momento de felicidad se acabó... De repente un Langus saltó sobre el coche y quedó despatarrado en el techo. ¡Qué susto llevé! Me levanté deprisa y me agarré a mi madre que estaba sentada en el asiento del copiloto.
El policía pegó un frenazo y pasó para el asiento de atrás a ver qué pasaba en realidad. Se fijó detalladamente y nos comentó que aquel ciudadano estaba muerto, que tendría aproximadamente unos 20 años de edad y que había muerto asesinado.
A mi madre lo único que se le ocurrió preguntar fue que si nosotros estábamos a salvo y el policía respondió que en esta Hemisciudad Mortal era muy difícil estar a salvo, pero estábamos protegidos así que no corríamos ni la mitad de peligro que los demás. En cuánto oí esa palabra cerré la puerta del coche, me agarré bien al asiento y no me solté de él ni un instante.
Arrancó el coche y nos acercamos a un bicho enorme. El policía nos dijo que ese era el causante de todo esto y que si lográbamos matarlo todo volvería a la normalidad.

Nos íbamos acercando muchísimo cuando el policía nos quiso confesar un secreto. Nos confesó que los coches de policías eran muy diferentes a los demás, tenían alas para volar, un periscopio para sumergirse en el mar y al mismo tiempo ver lo que ocurre en la tierra, armas que si le das a una palanca disparan...
En ese momento me sentí muy protegida por lo que me volví a tumbar. Cerré los ojos y me relajé.

A lo lejos, algo brillaba con mucha intensidad. Era una luz muy fuerte que iba descendiendo velozmente, por lo que el policía decidió aterrizar y averiguar que era aquello tan reluciente. Mi madre abrió la puerta y yo posé mis pies en el suelo muy lentamente. Empezamos a escuchar ruidos muy fuertes... giramos la cabeza y vimos al causante de todo lo que estaba sucediendo en esta Hemisciudad. Era un enorme y asqueroso bicho, con una enorme nariz puntiaguda, unos labios sequísimos y un cuerpo de lo más sucio.

Cogimos las armas y apuntamos hacia él. Nos quedamos sorprendidos al ver como reaccionó el monstruo; levantó las manos y pidió que lo dejáramos vivir.

Nuestras bocas estaban abiertas de par en par, ya que aquel acontecimiento fue de lo más fuerte. El monstruo nos empezó a hablar; nos dijo que él en realidad no era así, que lo único que quería era tener amigos, y como haciendo el bien no lo conseguía empezó a hacer el mal. Le explicamos tranquilamente que haciendo el mal no se consigue nada bueno. Él cedió y nos pidió perdón.

Lo arreglamos: lo peinamos, le pusimos ropa limpia le limpiamos la cara y... de repente encogió y se transformó en un niño bueno con una piruleta sobre su mano. En ese instante todo volvió a la normalidad y todos los Langus nos hicimos amigos del ex monstruo, que pasamos a llamarle Pillín.

Desde aquella estoy convencida de que hay historias que pueden tener finales felices.

martes, 15 de diciembre de 2009

Extraña pesadilla


 Era un día nublado. Me levanté de cama con el pelo revuelto y mucha hambre. Me dirigí al baño para lavarme la cara y cuando entré...


Aaahhh! ¡¿Qué es eso?!


Mi hermano Jake vino corriendo al oírme gritar.


-¿Qué pasa?-preguntó medio dormido.


-Mira eso...-señalé con el dedo la cortina de la ducha y al fin se percató de lo que pasaba.


Era un bulto negro que se movía haciendo un ruido estremecedor.


-¿Avisamos al tío Paco?-preguntó con la voz temblorosa.


-No, espera un poco- agarré la escobilla del wáter, claro, que estaba limpia, y le di un ligero golpe en lo que parecía ser su cabeza.


Entonces, salió disparado hacia la puerta y se dirigió a la cocina.


Jake y yo lo seguimos y fue entonces cuando nos dimos cuenta de que era una cría de murciélago.


-Ahora estoy más que seguro de que tenemos que avisar al tío Paco- dijo Jake.


-Ssshhh-le chisté- baja la voz o lo asustarás aún más.


-¡Eh!, ¿qué son esos gritos?- preguntó el tío Paco desde su habitación.


Fue entonces cuando el murciélago se desplomó en la cesta de las frutas.


-¡Oh, no!-gritó Jake.


-Ya, pobrecillo-contesté.


-¡No! A ver quién se come la fruta ahora- me respondió con cara de asco.


-Serás crío, anda, ven y ayúdame a cogerlo.


En ese momento el tío Paco apareció por el umbral de la puerta.


-Bueno, ¿se puede saber que está pasando aquí?- preguntó.


Cogí rápidamente el murciélago con las manos y lo escondí en el bolsillo de mi viejo pijama.


-Nada- respondió Jake. Genial, Jake sabía mentir muy bien pero yo era pésima. Con mis padres era más fácil pero desde el accidente, y desde que el tío Paco es nuestro tutor legal, es más difícil.


-¿Cleo?-preguntó.


-Esto..., verás, es que Jake tenía hambre y le vine a coger una manzana, ¿verdad Jake?


-Si-contestó. Le tendí la manzana más roja de la cesta, me puso cara de asco y luego la mordió poco satisfecho.- Mmmm, que rico.


-Bueno, pues hacer menos ruido, ¿vale?


-Vale...-contestamos los dos a la vez.


En cuanto el tío Paco volvió a su dormitorio, Jake y yo subimos a mi cuarto.


Ambos nos sentamos en la alfombra que había junto a mi cama. Saqué al pequeño murciélago de mi bolsillo y lo coloqué en el suelo.


Jake cogió de mi escritorio el botellín de agua y le tiró el agua encima.


-¡Pero qué haces animal!- le grité yo.


En ese momento el murciélago agitó la cabeza.


-¿Lo ves?, sólo necesitaba despejarse.-me replicó él.


-No te creas...-dijo una voz aguda-Estaba algo mareado con tanto ajetreo.


Miré a Jake con cara de susto, y él respondió de la misma manera. Seguramente, por instinto, ambos miramos al murciélago, y, esperábamos estar equivocados pero...


-¡Qué fuerte!-dijo Jake.


-Ya te digo, esto es increíble.- le contesté.


-¡Tiene una oreja más larga que la otra!- grito fascinado.


-Ay, serás bobo, el murciélago ha hablado.


-Ya seguro y los cerdos vuelan, no te fastidia...-me replicó Jake.


-¡Eh, que sigo aquí!-dijo el murciélago.


A Jake se le quedó la boca abierta de par en par.


-¿Que decías?-le contesté.


-¿Se puede saber dónde estoy?-preguntó el murciélago.


-Eh...en mi casa, oye para que no haya confusiones entre nosotros, ¿cómo te llamas?-le preguntó Jake.


-Yo no tengo nombre, además lo último que recuerdo es que la noche anterior me persiguió una manada de vacas locas.-nos contestó.


Jake y yo nos echamos a reír durante un buen rato. ¡Vacas locas, a quien se le ocurre decir semejante trola! Cuando al fin conseguimos relajarnos, le contesté, de una manera que pareció irritarle.


-En serio, ¿qué te pasó ayer por la noche?


-¿Con que no me crees eh? Pues ya verás, vengo ahora.


Salió disparado por la ventana, que lógicamente estaba cerrada, y se metió el mayor mamporro de la historia. Giró la cabeza en nuestra dirección para que parásemos de reír y le abriéramos la ventana.


Jake se ofreció a abrirla mientras lloraba de la risa. En otro intento voló hacia afuera y, en unos 9 minutos apareció con una gran sonrisa de satisfacción en la cara.


-¿Y bien?- pregunté yo.


-Espera y verás.-dio un gran silbido y en el tiempo que se tarda en pestañear un mugido inundó mi habitación.


Jake y yo nos acercamos a la ventana con el peor de los presentimientos. Abrimos bien los ojos porque la idea no nos cabía en la cabeza.


Un murciélago que habla ya es mucho imaginar. Pero, una manada entera de vacas dirigiéndose a mi casa era una auténtica locura.


-¡Corre!-le grité a Jake, al mismo tiempo que agarraba a aquel bicho peludo que nos había metido en semejante problema.


Las vacas saltaron rompiendo la cristalera que tenía en la habitación. Con la mano que me quedaba libre agarré el pomo de la puerta, intenté abrirlo, pero se rompió.


-¡Oh, no!-chilló Jake. Las enormes vacas estaban a punto de aplastarnos.


Ahhh!-gritamos Jake y yo.



Me sobresalté y me incorporé quedándome quieto en la cama que ahora me pertenecía.


Fui a la habitación de Jake, estaba durmiendo tranquilamente. A continuación me dirigí a la habitación de Cleo, que también estaba dormida.


Observé con atención la gran cristalera que llenaba de luz aquel pequeño cuarto. Una serie de imágenes me inundó por completo. Antes de levantarme había tenido una extraña pesadilla en la que yo era mi dulce sobrina, y me encontraba con un murciélago que hablaba y que traía con él una manada de vacas locas...


-No debería tomar café antes de irme a dormir, produce alucinaciones- me dije a mí mismo.


Regresé a mi nueva habitación y...


-Hola Paquito- dijo una voz aguda.


Me volví y no me podía creer lo que estaba viendo. Un pequeño murciélago estaba posado sobre el cuerno derecho de una de las muchas vacas que cubrían mi habitación.


-¡Oh, oh!- dije.


  


 

El niño que ayudó al anciano

Había una vez un niño pobre que vivía en una cabaña con su familia. El niño no podía ir a la escuela ya que, en su casa, escaseaban los bienes económicos. Se encargaba de cuidar del rebaño de ovejas y cabras de sus abuelos. Por las mañanas iba al prado de la fuente del pueblo y por las tardes subía al campo de los Abetos en las montañas.

Una tarde de primavera, después de las grandes nevadas del invierno, el niño se dirigió al campo de los Abetos, cuando de repente escuchó un llanto que provenía de la cueva de los Cántaros. El niño entró en la cueva y su asombro fue mayúsculo cuando descubrió que un hombre de avanzada edad se encontraba en el suelo de ésta.

El hombre le preguntó si lo podía ayudar a levantarse y éste le ayudó. Le dio un trozo de su merienda y lana de oveja para que pudiera entrar en calor. Se despidió de él y bajó a la cabaña a cenar. Les contó a sus padres lo que había sucedido en el bosque. Los padres le dijeron que no pasaba nada. Al día siguiente el chaval le llevó una cesta con provisiones y le preguntó cómo había llegado a allí.

Antonio que así se llamaba el anciano, le respondió que su trabajo ya no le daba para vivir y que había salido en busca de uno mejor, pero como ya había visto no le había dado tiempo a llegar a un sitio donde lo hubiera.

Tras unos días de temporal el anciano se puso malo y estaba a punto de morir. Antonio le preguntó cómo podía compensar todo lo que había hecho por él.

El niño le dijo que no hacía falta. Cuando el anciano murió también murió el chaval.

Sara y el misterio de los colegios de monjas


Cuando Sara era pequeña, creía que los colegios de monjas estaban debajo del mar, y que había que ir allí nadando. Pensaba que era algo parecido a la Atlántida. Se lo habían dicho sus compañeros. Todos los niños de su clase creían en esa leyenda. A pesar de eso, ni ella ni nadie sabían si era verdad.
Como el tema le producía bastante curiosidad, se pasó un recreo entero hablando con su mejor amiga, Miriam.
-¿Tú cómo crees que se puede ir al colegio de monjas aguantando la respiración durante todo el camino?- preguntó Sara.
-A lo mejor hay que llevar bombonas, como los buzos- dijo Miriam, dudando un poco.
-¿Y es necesario ir en bañador?
-A lo mejor sí, parece divertido- contestó animada Miriam.
-¿Cómo puede estar un colegio con aire debajo del agua? ¿Nunca hay goteras?
-Tiene que estar totalmente cerrado... O puede ser que haya goteras siempre. O se escapa el aire, o escriben debajo del agua... ¿Quién sabe?
-¿Hay que llevar mochilas y libros impermeables? ¿Y cuando es la hora del recreo salen a nadar? ¿Hay que secarse para entrar en clase?
-¿Y yo qué sé? No tengo ni idea. ¿Conoces a alguien que vaya a un colegio de monjas?
-No- respondió Sara.
-Pues yo tampoco. Entonces, hasta que alguien nos lo diga, no sabremos lo que se hace allí.

-Pero quieres saberlo, ¿no?- preguntó Sara.

-Sí, tengo curiosidad- admitió Miriam.

Durante todo el recreo siguieron jugando e imaginando cómo sería ir a aquellos extraños colegios que, parecía ser, estaban debajo del mar.

Unas cuantas semanas después, un niño de su clase, Andrés, vino a la escuela de mal humor.
-¡Qué lata, el próximo curso mis padres me obligarán a ir a un colegio de monjas!
-¿Por qué?- preguntó Sara.
-Dicen que van a trabajar por la tarde y que no me puedo quedar solo en casa.
-¿También vas por la tarde? ¡Qué suerte! Vas a poder nadar todos los días. Y será dentro de poco, no falta casi nada para llegar a final de este curso.
-Es que no me gusta nadar. Además, el agua del mar está muy fría.
-A lo mejor no vas allí nadando. Tal vez vayas en submarino...
-Pero no me gusta la idea de estar debajo del mar- dijo Andrés.
-Por lo menos vas a ser el primero en saber qué se hace en un colegio de monjas. ¿Cuando puedas, me lo cuentas? También Miriam quiere saberlo.
-Vale- contestó Andrés.

Algunos meses más tarde, en septiembre, Sara, Miriam y Andrés se encontraron por casualidad en el parque.
-¡Hola, Andrés!- empezó Sara -¿Cómo es tu nueva escuela?

-Pues normal-. Contestó Andrés.

-¿Y el patio?

-Normal.

-¿Y tus libros?

-Normales.

-¿Y sales a nadar en el recreo?

-Norm... eh, quiero decir, no.

-¿Entonces cómo puede estar tu colegio debajo del agua? ¿Hay goteras? ¿Hay que ir en bañador?

-¡Vaya tontería! ¿De dónde has sacado eso?

-¿Es que no está debajo del mar?

-¡Ah, ya me acuerdo! Con las vacaciones, se me había olvidado que pensabais que era como la Atlántida. Mi escuela no está debajo del mar, y no es muy diferente de la vuestra. Por cierto, ¿de dónde viene ese cuento de que los colegios de monjas están debajo del agua? ¿Quién se lo inventó?

-La verdad, nadie lo sabe. Es como una leyenda. Seguramente fue inventado por alguien que se aburría. Sin embargo, pensándolo bien, se pueden llegar a imaginar un montón de historias y sueños a partir de esta idea- explicó Miriam.

-Segundo, lo único que tiene de nuevo este colegio (aunque quizá os parezca mucho) es que rezamos, comemos allí, nos quedamos por la tarde, llevamos uniforme y tenemos a monjas como profesoras.

-Qué desilusión- dijo Sara -. Y yo que pensaba que se salía a nadar en el recreo, con los peces...
-Bueno, yo estoy más tranquilo. Pensaba que iba a llegar todos los días mojado al colegio.- expuso Andrés.
-Me alegro. Aún así, seguiremos viéndonos en el parque, ¿eh?- preguntó Sara.
-Claro. ¡Los amigos seguirán siendo amigos aunque estén en distintos rincones del mundo!- respondieron Andrés y Miriam a coro.
Ahora Sara creció; y hoy comprende que no se trataba de ninguna tontería creer que los colegios de monjas estaban debajo del mar. Era totalmente al contrario. Si a partir de una idea tan simple se podían inventar tantas cosas, partiendo de todo lo que imaginan los niños pequeños, y que normalmente se considera absurdo y sin sentido, se conseguiría cambiar el mundo.

Rosa y su madre

Un día por la mañana, una niña llamada Rosa decidió ir a dar una vuelta con su madre por el parque, al salir de casa, se encontró a una señora mayor llorando en un banco de la carretera.
Rosa le preguntó qué le pasaba, pero la señora no quería decirle nada porque tenía vergüenza. Rosa siguió insistiendo, pero nada, la señora no respondía. Rosa decidió sentarse a su lado mientras la madre se fue sola a dar la vuelta.
Al cabo de un rato la señora le dijo. -Me llamo María y me siento muy sola porque no tengo a nadie que quiera estar conmigo-. Rosa se puso triste y decidió ir cada día a su casa, María se puso muy contenta y le dijo. -Yo estaré aquí un rato más y me iré para casa.
-Vale, yo iré a buscar a mi madre que ya se fue hace rato y no ha vuelto – contestó Rosa.
Salió en busca de su madre pero no la encontró por ningún sitio. Rosa se preocupó y siguió buscando pero no la encontró, se fue para su casa preocupada. Al llegar escuchó un ruido en la puerta. Estaba asustadísima porque no sabía qué era lo que estaba pasando así que se metió en su habitación y decidió no salir. Al cabo de un rato, escuchó un ruido que procedía de su puerta, asustada decidió salir y cuando miro hacia atrás vio una sombra que se dirigía hacia ella. Rosa se ponía cada vez más nerviosa y de repente esa sombra se parecía a su madre, exactamente era su madre. Se puso muy contenta y le preguntó a dónde había ido y su madre le contestó. -Fui a casa de la abuela a llevar unas cosas ¿tú que estuviste haciendo?
-Nada estuve toda la tarde muerta de miedo esperando a que volvieras porque te estuve buscando y no te encontraba hasta que volviste- dijo.
-¿Aun te sigue apeteciendo ir a dar es vuelta? Rosa le contesto que sí y se pasaron lo que quedaba de tarde fuera de casa, hasta cenaron fuera. Y desde aquel día Rosa siguió yendo a casa de María cada día.

La ranita bondadosa




Hace mucho tiempo, en un pueblo muy muy lejano, vivía una ranita que siempre había deseado ser un humano para poder hacer los estudios de sacerdote, pues a la ranita no había cosa que le gustara más que hacer feliz a la gente y se quería dedicar a ello en cuerpo y alma. En el pueblo vecino, cuentan los ancianos que había una malvada bruja, era tal su poder que convertiría bonito al ser más feo. A pesar de las advertencias que los aldeanos le dieron, la rana decidió pedirle ayuda a "Piruja", que así se llamaba la bruja.



La bruja Piruja vivía en la montaña más alta y así la ranita contenta y optimista emprendió su largo y peligroso camino.



Llevaba un día y medio andando cuando se encontró una flor llorando en el camino:



-¿Por qué lloras flor?



-Es que hace días que no bebo ni una gota de agua y vivo en un suelo muy pobre. Si sigo así pronto moriré.- en ese momento la ranita no se lo pensó dos veces y le dio toda el agua que contenía su cantimplora. La ranita se fue muy contenta al saber que había realizado una buena obra.



Siguió andando y pronto se hizo de noche y la ranita no tenía un lugar en donde dormir. Buscó refugio en la oscuridad de la noche. Se dio unos cuantos tortazos contra árboles, piedras, arbustos... La ranita ya cansada de todos los golpes torpes que se había dado vio hacerse en la roca una gran grieta con una luz brillante que la cegaba. En ese momento sintió miedo pero la curiosidad era mayor que el miedo y tímida e insegura la ranita se fue adentrando poco a poco. De repente escuchó un crujido y cuando quiso retroceder la gran grieta se había cerrado tras ella. Le entró pánico cuando escuchó una voz gritona y aguda que le calaba hasta los huesos, de la emoción se desmayó. Cuando recobró el conocimiento vio una fea mujer con una gran verruga en el cogote, pues la mujer era calva.



-Ja ja ja ja ja ranita has llegado pero ¿ahora podrás salir?- en ese momento la ranita divisó un gran martillo en una de las esquinas de la habitación. En un descuido de la bruja Piruja se lanzó a por el martillo y le golpeó con todas sus fuerzas en la grandísima verruga que explotó liberando a un hada y a todos los desdichados aldeanos que habían ido a probar suerte.



Al parecer en esa comarca había un hada, Clementina que era el antiguo ser mágico encargado de cumplir deseos y la malvadísima bruja la había encerrado en su horrorosa verruga. Clementina cumplió todos los deseos de los aldeanos y a la rana le dio forma humana. Por haber sido tan valiente le ofreció sus poderes diciéndole lo siguiente -Ranita, tú tienes un corazón puro y bondadoso y por ello cuidarás los poderes mejor de lo que lo hice yo. Estoy segura de que te encargarás de que la gente sea feliz.- Dicho esto el hada desapareció.



A partir de aquel día la ranita pudo hacer feliz a todas las personas del mundo, cumpliendo así su verdadero sueño.

María Soliño Wars



Érase una vez, en el instituto María Soliño, unos chavales intrépidos, pero que muy intrépidos, decidieron acabar con la dictadura a la que estaban sometidos por parte de los profesores. El cabecilla de todos estos chavales era Raúl Brun el más intrépido de todos.


El día 3 de Noviembre de 2009 los chavales se decidieron a atacar la base secreta de los profesores, la sala de profesores.


Cuando entraron les estaba esperando Elena Paris, que salía de la sala de profesores hacia una clase. Cuando los vio dijo -¿Pero cómo han llegado hasta aquí estos mocosos?-, y les sacudió semejante patada que los mandó al aula de 2ºC, ni el Bruce Lee ese.


Los chavales quedaron muy doloridos por aquella terrible patada, con la mala suerte que al entrar en el aula de 2ºC, estaba dando clase Dolores. Menudo tortazo que les sacudió por haber entrado en la clase de sopetón, ese tortazo los mandó al aula de 2ºB, donde estaba dando clase José Antonio. Les sacudió semejante cabezazo que los mandó a su aula.


Al final tuvieron que estar dos meses ingresados de gravedad en la enfermería por la patada, el tortazo y el cabezazo que les sacudieron los profesores.


Cuando pasaron los dos meses los chavales estaban otra vez listos para luchar, pero decidieron entrenar y hacerse más fuertes para poder hacerle frente a las patadas, cabezazos, etc. de los profesores.


Estuvieron entrenando varios meses. Pero mientras ellos se hacían más fuertes, los profesores también se hacían fuertes y aumentaban su dictadura.


Estaban preparados de verdad, sentían que se podían enfrentar a cualquier peligro que se echaran a la cara.


Esta vez tenían un plan, primero se cargarían el generador de la electricidad para que todo estuviera a oscuras y atacar con sus recién estrenadas gafas de visión nocturna.


Iban a entrar en la sala de profesores cuando de repente los detuvo el conserje, parece ser que el también tenía unas gafas de visión nocturna para cuando se fuera la luz.


Habían estado entrenando tanto tiempo que no se cortaron un pelo, entre todos le dieron una paliza monumental al conserje que quedó en el suelo suplicando. Llegaron a la sala de profesores y vieron que todos los profesores estaban maquinando un plan maléfico contra ellos, pero cuando se cortó la luz se quedaron inmovilizados. Cuando estaban a punto de acabar con los profes, volvió la luz, los profes se alteraron tanto que fueron a por ellos.


Gracias al entrenamiento pudieron acabara con los profes y alzarse con el poder del María Soliño.


Los chavales decidieron que lo que harían con los profesores seria encerrarlos a todos en el cuarto de la limpieza.


Los alumnos vivían felices hasta que un día, el ejército del I.E.S Rodeira apareció por el María Soliño. Ya tenían conocimientos de que el Rodeira estaba conquistando gran parte de los institutos de Cangas, pero nunca se imaginaron que fueran a ir a por ellos. Acorralados por el gran ejército de Rodeira, decidieron que la única manera de ganarles era liberando a los profesores e intentar llegar a un acuerdo con ellos. Coincidieron en que los liberarían y vivirían en paz, profesores y alumnos en el mismo instituto.


Al principio, los profesores querían recuperar el imperio de María Soliño para ellos solos, pero los alumnos les convencieron de que compartieran el imperio y así ser los más fuerte.


Cuando salieron ya estaban las tropas del Rodeira esperando en la puerta para entrar y conquistar el María Soliño, pero ellos se les anticiparon y salieron con todas sus fuerzas y con la esperanza de que vencerían al Rodeira. Fue una batalla brutal, murieron muchas personas pero al final el María Soliño se alzó con el poder.


El María Soliño conquistó todos los institutos del Morrazo y ahora se entrenan para intentar conquistar todos los institutos de Galicia.

El secuestro

Érase una vez una familia muy humilde que vivía en un pueblo llamado Aldán.

Un día por la mañana el padre se fue al estanco a buscar tabaco y la madre y el hijo se dieron cuenta de que tardaba mucho en regresar a casa y se fueron al cuartel general de la policía de Aldán. Cuando llegaron allí los policías le preguntaron que cuál era el problema que tenían y la madre y el hijo les explicaron lo que pasaba.

Los policías le dijeron. -Vale haremos lo que se pueda, buscaremos por toda la cuidad a ver si lo encontramos. ¿Queréis venir con nosotros a ayudarnos a buscar o preferís esperar en vuestra casa mientras nosotros buscamos?

Iremos con vosotros a buscarlo, yo no voy a estar tranquila en casa esperando- dijo la madre-
Ok pues venid. Subíos al coche patrulla– respondieron los policías.

La madre y el hijo se subieron al coche patrulla y empezaron la búsqueda por toda la cuidad, pero nada, no daban con el pobre hombre. La madre ya desesperada pensaba lo peor. Que lo habían cogido y lo habían matado, y cosas así.

El hijo la tranquilizaba diciendo -mama estate tranquila verás como todo va a salir bien.

De repente sonó el móvil de la madre y todos se alteraron y uno de los policías preguntó de quién era la llamada y la madre no supo contestar porque estaban llamando desde un número oculto. El policía dijo que respondiese al teléfono.

Una voz de hombre le dice que tiene secuestrado a su marido.

Ella pidió por favor que no le hiciesen nada.

El secuestrador le contestó. -No le haremos nada si nos das todo el dinero que pedimos por el rescate.

- ¿Cuanto pedís?– preguntó la mujer.
- Pues pedimos 100.000 euros por tu marido.

- Eso es mucho.- Dijo la mujer.

- Pues si quieres a tu marido vas a tener que pagarme todo ese dinero.

La mujer volvió a decir que no tenía ese dinero y llorando gritaba que habían secuestrado a su marido y que nunca lo volvería a ver porque no tenía ese dinero que le pedían para pagar el recate.

Los policías la tranquilizaron diciendo- A ver mujer ya verás como vas a volver a tener a tu marido contigo. Los hijos también la animaban como los policías.

Después los secuestradores le dijeron.-Vale si no tienes ese dinero ahora te damos de plazo hasta el lunes por la mañana para que nos des el dinero que te pedimos.

Mientras los secuestradores hablaban con la mujer los policías por una maquina localizaron el sitio y el número de teléfono desde donde estaban haciendo la llamada.

El día siguiente fueron hasta el sitio donde estaban con el rehén. Cuando llegaron allí se escondieron y esperaron el momento para poder dar el paso y coger a los secuestradores y rescatar el rehén.

Cuando llegó la hora de la verdad los policías fueron muy despacio y con mucho cuidado y lograron entrar en el refugio y sin hacer el mínimo ruido le tiraron un tiro a cada uno de los secuestradores que acabaron muertos, tendidos en el suelo. Liberaron al marido y cuando lo soltaron salieron de allí y se fueron a la comisaria a rellenar unos papeles y al salir del cuartel fueron a su casa para que el hombre se cambiara la ropa que ya llevaba varios días con ella y olía mal y también estaba muy sucia.

Cuando el marido ya estaba preparado y limpio se fueron a un restaurante a cenar los tres en familia.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Vacaciones de terror

Era una tarde como otra cualquiera. En pleno mes de Julio. Como de costumbre mi madre, mi hermano y yo nos íbamos de vacaciones.
Este año mi madre no tenía muy claro a donde íbamos a ir pero mi hermano y yo teníamos una idea, queríamos ir a Disneyland, París, pero mi madre no y como no le parábamos de decir que queríamos ir allí se enfadó y decidió elegirlo ella sola sin consultarnos.
Esa misma noche estuve pensando a dónde iríamos, yo quería ir o al parque de atracciones o a un balneario de lujo.
A la mañana siguiente empezamos a hacer las maletas. Como no sabía a dónde íbamos a ir metí toda la ropa que tenía.
Mientras hacía las maletas vi una foto de mis amigos y pensé en lo mucho que los echaría de menos porque en todo ese verano no los vería ni una sola vez.
Por la tarde nos fuimos hacia el lugar que había elegido mi madre.
Yo estaba muy ilusionada porque estaba segura de que mi madre había elegido el balneario.
Estuvimos bastantes horas en el coche hasta que llegamos, lo peor fue que no era ni el balneario ni el parque de atracciones, era un simple hotel, muy antiguo.
Cuando entré lo mire bien y era mucho peor de lo que yo tenía en mente, el suelo chirriaba un montón y estaba lleno de cuadros muy antiguos.
Cuando nos instalamos no paraba de preguntarle por qué nos había llevado allí. Ella solo me contestó que era un buen sitio para relajarse, hacer amigos y que podía dibujar que allí había muchos espacios nuevos.
Yo pensaba todo lo contrario, solo era lo mejor para ella pero lo bueno es que podía dibujar.
Después de hablar con mi madre me dirigí hacia el pueblo.
El pueblo era muy rural, la mayoría de las casas eran de piedra o de ladrillo y parecía muy tranquilo.
En el pueblo había muchos niños jugando por las calles no era como en la ciudad.
Cada vez que miraba más el pueblo más me gustaba porque era algo nuevo para mí.
Estuve caminando por el pueblo y encontré un parque de skate donde había muchos chicos. Una chica se me acercó y se presentó. Se llamaba Rosa, era muy simpática y yo a ella le parecía una chica muy interesante porque en el pueblo no había ninguna chica que dibujara casi todo lo que veía.
Al atardecer me fui para casa, mi madre me preguntó qué tal me había ido el día y yo, por mi orgullo, me negué a contestarle.
Por la noche no sabía que hacer y estuve dibujando ese cuadro antiguo que había enfrente de mi cama. El cuadro era de un pintor anónimo de algún rey católico. Poco después me quedé dormida.
A la mañana siguiente fui a dar un paseo y me encontré con Rosa y fuimos a su casa.
Estuvimos en su cuarto. Era un cuarto bastante grande y de color rojo, me encantaba su cuarto. Poco después bajamos al salón y había un niño muy guapo, de ojos claros. Se llamaba Sergio.
Estuvimos un rato viendo la televisión y nos fuimos. Rosa se tenía que ir con su madre y yo me fui al bosque a dibujar.
Estaba dibujando un árbol que parecía muy viejo. Cuando estaba concentrada en el dibujo oí unos lloros, parecían un llanto de niño pequeño y fui a ver si había alguien. Estuve bastante tiempo inspeccionando el bosque pero allí no había nada, solo había un montón de hojas amontonadas en el suelo y parecía una persona o así, por la forma que tenía. No la levanté si no que fui corriendo a buscar a mi madre.
Mi madre no me creía y la tuve que llevar a la fuerza. Cuando llegamos al bosque no había nada, ni hojas ni nada, mi madre se enfadó mucho porque decía que me lo había inventado todo. Pero yo estaba segura de que allí tenía que haber algo porque antes de que llegara mi madre había hojas y había escuchado llantos.
Cuando llegué a casa me encerré en la habitación y me puse a escribir lo que me había pasado. Cuando me metí en cama estuve dándole vueltas al tema pero no le encontraba ninguna explicación.
Por la mañana me levante temprano porque quería darle un regalo a Rosa por ser tan buena conmigo.
Fui hasta la tienda que había en el pueblo. No sabía que comprarle porque no sabía sus gustos pero tenía una idea, le podía comprar un peluche o algo por el estilo. Por fin me decidí y le compré un peluche rojo a juego con la habitación.
Por la tarde me llamó y fuimos a dar una vuelta. Le di mi regalo y le gustó mucho dijo que era muy bonito.
Cuando íbamos de camino al parque le conté lo que me había pasado y ella me puso una cara rara y le dije que sino me creía que se lo iba a enseñar.
Nos dirigimos hacia el bosque, tardamos un poco en llegar porque estaba en las afueras del pueblo. Cuando llegamos estuvimos buscando el montón de hojas, y por fin lo encontramos. Ella estaba asustadísima y miraba para mi como diciéndome, "tenías razón".
No paraba de preguntarme que podía haber allí abajo. Luego empezó a decir cosas de que podía ser un perro muerto y lo peor que dijo fue que también podía ser un niño muerto. Cuando me dijo eso pensamos en levantarlo, pero teníamos muchísimo miedo y a la vez curiosidad. Al final lo levantamos. Empezamos a mover las hojas y lo más decepcionante fue que allí no había nada.
Cuando llegué a casa estuve dándole vueltas, vueltas y vueltas a que allí antes había algo.
Casi por la noche me fui yo sola al bosque y lo más extraño fue que las hojas estaban en su sitio de nuevo.
Mientras observaba el montón de hojas me parecía oír otra vez los lloros, pero allí no había nadie y pensé que era mi imaginación. Pero el llanto seguía y ya no era mi imaginación.
Lo primero que hice fue irme de allí sin hacer ruido, pero, sin querer, pisé una rama que hizo ruido y de repente el lloro paró. Estaba asustada y no me moví en ningún momento.
A lo lejos había una niña pequeña con un vestido blanco que parecía un camisón, me acerqué rápidamente a ella para ver que hacía allí sola. Estaba pálida y muy ojerosa, me acerqué lo más que pude y le pregunté que hacía allí ella sola y si estaba bien. No me contestaba, solo me señalaba con el dedo a una dirección moviendo la cabeza de un lado a otro.
Me asusté pero le seguí preguntando, pero ella se fue.
Me fui corriendo porque ¿cómo una niña puede desaparecer así?
Lo único que hacía era correr pensando que era un fantasma.
Al llegar al hotel me fui corriendo para mi habitación toda asustada e intentando descubrir qué todo aquello tan extraño.
Cuando estaba más tranquila se me apareció la niña tapándome la boca y acercándose a mí me advirtió que no me metiera en sus asuntos.
Pude quitarme la mordaza que me había puesto y empecé a chillar para que se fuese de allí. Mi madre entró de repente en la habitación.
No paraba de preguntarme qué me pasaba. No le contestaba del susto que había llevado. Me metí en mi cama y me quedé dormida.
Estaba soñando que era una niña como otra cualquiera en mi cama durmiendo, pero de repente aparecieron una chica y un chico y lo que les dije fue "hola mama, hola papá, ¿que hacéis con ese mazo y esa cuerda?"
Empecé a chillar porque me estaban agarrando y atándome con la cuerda. Me empezaron a dar con el mazo.
No paraba de sangrar y de chillar, como no me había muerto todavía llenaron la bañera y me ahogaron.
De pronto me desperté y lo último que me acuerdo fue que me desperté en el hospital con muchos golpes.
Le conté a mi madre lo que me había pasado pero ella no me creyó, mi madre me dejó sola porque el doctor le había dicho que tenía que descansar.
Cuando estaba tranquila apareció la niña diciéndome "esto es lo que me pasó a mi"
De lo nerviosa que estaba, cogí un cuchillo y me escapé del hospital por una ventana. Me cobijé debajo de un edificio, pero la niña me seguía rondando diciéndome que iba a morir y yo lo que hice fue cortarme las venas.

Edward y Amy

En una noche nublada de Octubre de 1665, exactamente la noche de Halloween, había nacido un niño llamado Edward, que era diferente a los demás, es decir, que ese niño había nacido muerto pero crecía con el tiempo: iba al colegio, jugaba etc. Durante su infancia fue un niño feliz y abierto a los demás, a pesar de que estaba muerto pero al llegar su adolescencia todo cambió.

En 1775 fue al instituto. Todos se burlaban de él porque tenía la cara muy pálida y muchas ojeras, pero a él no le importaba, no le daba importancia a lo que pensaran de él.

Un día, en la clase de Tecnología, vino una chica nueva. Edward al verla echó un soplido como diciendo "Qué fastidio una pija más para el grupo de las ""Pijas al Poder"".

La chica nueva se presentó y no parecía ser de la clase de chicas a las que les gusta ir de rosa ni que dice "o sea" cada vez que termina una frase. La chica nueva se llamaba Amy. A Amy le pareció un poco sorprendente la cara de Edward, por lo blanca que era.

Amy al llegar a su casa, se puso a investigar lo que le pasaba a Edward, porque una persona no puede tener la cara tan blanca como la tenía él, ni esos ojos azules marino tan bonitos. Amy estuvo toda la tarde buscando en Internet y al final lo encontró: ¡¡Edward era un muerto viviente!! Amy no se lo creía, tenía como compañero de Tecnología a un muerto viviente.

Al día siguiente, en la clase de Lengua, tenían que coger los cumpleaños de todos sus compañeros de clase. Edward era el primero en la lista de clase entonces tenían que poner el cumpleaños de Edward el primero. Cuando se enteraron de que el cumpleaños de Edward era la noche de Halloween, se quedaron como petrificados, porque creían que era un vampiro o algo parecido, pero en realidad era una especie de muerto viviente y vampiro, todo junto a la vez.

En Halloween, tenían que ir disfrazados de algo espantoso. Todos fueron disfrazados, todos menos Edward porque decía que él nunca celebraba Halloween si no que celebraba su cumpleaños.

Nadie le dio las felicidades como debían dársela porque a todos los compañeros de su clase se felicitaban alegremente, haciendo bromas para ellos, a todos menos a Edward. La única que lo felicitó fue Amy.

A salir de clase, Amy le preguntó a Edward si era un muerto viviente y claro él, rotundamente le dijo que estaba loca que él era igual que todos los demás.

Al llegar la noche, Edward se fue al cementerio prohibido, y naturalmente Amy le siguió. Edward se dio cuenta de que le estaban siguiendo, pegó un salto y alzó el vuelo. Voló unos metros más al fondo del cementerio, donde había una mesa de piedra y se quedó sentado mirando para sus pies hasta que Amy corriendo lo siguiera.

Cuando Amy llegó a su lado, este le preguntó por qué lo había hecho, y por qué no lo dejaba en paz que era lo que deseaba de verdad. Amy no se lo podía creer. Su investigación era verdad. Edward estaba muerto, es más estaba muerto desde 1665 y estaban en 1778. Edward llevaba muerto ¡¡113 años!! Pero seguía joven como si no le hubiera pasado nada. Entonces Amy, se dio de cuenta que Edward no envejecía sino que seguiría siendo un adolescente para el resto de su vida.

Edward pensó que debía matarla por haber descubierto su secreto y seguramente si la dejaba vivir, le contaría al mundo que hay seres que no son iguales que los demás sino que están muertas pero hacen su propia vida. Al final se fue volando para su casa dejando a Amy sola en una noche escalofriante como la noche de Halloween.

Amy, al ver irse a Edward, decidió irse también, pero la pobre iba despacio como si un caracol le hubiera pegado la lentitud. Amy se fue pensando en lo que había hecho. Se sentía mal y no podía dejar de echarse a llorar.

Cuando estaba caminando por el bosque se le aparecieron tres personas de la nada, y Amy pegó un grito escalofriante que lo oyeron todos los vecinos del pueblo que había al otro lado del bosque.

Al día siguiente, Edward no fue a clase, ni el siguiente, ni al otro. Amy estaba preocupada pero no sabía qué hacer. Pensó que podía ir a pedirle disculpas a su casa pero el problema era que no sabía donde vivía. Le preguntó a los de su clase y tampoco sabían, pero le habían advertido de que decían que su casa era escalofriante y que nada ni nadie se había atrevido a entrar en esa casa.

Cuando estaba en clase de Teatro, Amy se había quedado mirando para Edward como diciendo " Tú no te irás con nadie solo te quedarás conmigo hasta el fin de los tiempos".

Entonces Edward le había visto y le invitó a su casa porque no entendía los deberes de Historia, se lo dijo a Amy porque ella era un genio, es más, se lo sabía todo sobre los barcos holandeses que venían del Pacífico Sur. Amy aceptó.

Amy le preguntó donde era su casa, y él le respondió, con aire de rebeldía, que la iría a buscar a su casa, aquel mismo día a las cinco de la tarde.

Cuando Amy llegó a casa se empezó a poner guapa porque Edward le gustaba de verdad. Se probó cincuenta mil vestidos, pantalones y camisetas pero no se conformaba con ninguno, hasta que su padre le dio el regalo de cumpleaños, ¡Hoy era su cumpleaños y no se había dado cuenta!

Cuando Amy abrió el regalo no se esperaba lo que había en su interior,¡ Era el vestido negro con su chaqueta de cuero a juego que había visto en una tienda de News States, y toda contenta se fue a probárselo, se lo pondría esta tarde para ir a la casa de Edward.

El momento ideal había llegado, Edward la estaba esperando en la puerta.

Cuando llegaron a la casa de él, Amy estaba muy nerviosa porque nunca había estado en la casa de un chico ni tan cerca de él.

Empezaron con los tipos de barcos, las cubiertas y los buques de carga, y terminaron hablando de lo bien que se lo pasaban en clase de Educación Artística. A las nueve, Amy se tuvo que ir para casa pero no se querían separar nunca. Entonces, Edward tomó una decisión: le pediría salir. Se animó y se lo pidió y claro ella aceptó, pero había un problema tenía que convertirla en vampiro y se lo preguntó. Amy, asustada le dijo que no sabía, que se lo tenía que pensar.

Al día siguiente, Edward se lo volvió a preguntar y le dijo que por él iría a cualquier sitio.

Cuando se hizo de noche, Edward se coló en la habitación de Amy, ella ya estaba preparada para convertirse en algo que todos temían pero a ella le daba igual por Edward haría cualquier cosa.

Al final, Eward y Amy vivieron juntos para toda la eternidad, y tuvieron una preciosa niña llamada Emily.

El sueño de Jon

Allí estaba Jon frente a aquella casa tan horrenda. A él le tenía pinta de que la casa estaba embrujada, por lo que no quería entrar.

De pronto entre el extenso bosque salió... Jon estaba demasiado asustado, como para ver que la persona que había salido del bosque era su amiga Clara.


Clara había llegado a aquella casa y, al verla se había adentrado en el bosque, donde se había perdido.


Al ver a Clara, Jon se animó y los dos se decidieron a entrar.


Aquella casa tenía nueve plantas. A la derecha de esas plantas había un gran compartimiento de más de cuarenta metros de altura. Las ventanas estaban todas rayadas y manchadas de sangre. La puerta rota por los extremos y en el tercer nivel se veían unos grandes balcones todos llenos de esqueletos.


El tejado tenía un color verde con unas gotas de rojo y en la chimenea se apreciaba una veleta con una extraña forma. Se trataba de un esqueleto clavándole una espada a una bruja.


Al llegar a la puerta un extraño ruido asustó a los dos.


De la pared salieron dos estatuas con un reloj cada una, donde marcaba las doce del mediodía. A Jon le sobrecogió porque en su reloj marcaban las diez de la noche.


Las estatuas volvieron a entrar y ellos entraron también pero por la puerta. Al entrar contemplaron una sala gigante donde estaban las estatuas. Observaron que las estatuas tenían un engranaje con el que, tanto se movían las estatuas como la pared.


La pregunta era quién movió aquella palanca para que las estatuas cambiaran de hora. Era una pregunta que no tenía respuesta.


Al final se decidieron, movieron aquella palanca y las estatuas cambiaron la hora. Giraron la palanca unas cinco veces y... unas escaleras salieron del suelo. Subieron por ellas y al llegar arriba se encontraron algo muy extraño. El pasillo estaba adornado con unos esqueletos y unos fantasmas de pegatina. De pronto cobraron vida y lo más extraño fue que llevaban armas, entonces... los dos salieron corriendo y se adentraron en el tercer piso. Allí vieron un pasillo muy largo y al final una puerta diminuta.


Entraron por esa puerta y se encontraron con un cíclope. Un cíclope es una criatura mítica con un solo ojo en el medio de la cara, y un poco más arriba tiene un cuerno, que cuanto más grande sea el cuerno más años tiene.


Al ver al cíclope los dos echaron a correr. Salieron por la puerta diminuta y, sin pensarlo llegaron al compartimento de cuarenta metros de altura.


Allí se encontraban otras dos criaturas míticas; se trataban de: una hidra y un dragón negro. La hidra es un animal con más de una cabeza, hasta puede llegar a tener cincuenta. Al cortarle una de estas al poco tiempo se regeneran. El dragón negro es una criatura que tiene la habilidad de volar por lo que se desplaza muy rápido. Además al poseer fuego, puede eliminar de un solo ataque a un ejército de unos quinientos hombres.


La hidra produjo un grito desgarrador con el que llamó a los fantasmas y a los esqueletos que apresaron a Clara.


Al apresar a esta toda esta sala desapareció y Jon apareció en el cuarto piso. Allí escuchó un grito que provenía del último piso al que subió.


Allí había una puerta a prueba del explosivo más potente del mundo el c4. Entró por la puerta que alguien había abierto para que pudiera entrar la hidra. Se escondió detrás de unas grandes cajas de madera y desde allí vio a Clara sentada en una silla, atada con unas cadenas muy gruesas.


Desde esas cajas Jon vio como llegaba un hombre al que llamaron Edgart. Llevaba un aparato que semejaba una mano de metal con la que le tocó a Clara y la mató.
En esto Jon vio que detrás de él había una ventana. Buscó una cuerda, la ató a un saliente de metal y descendió por la ventana haciendo rappel. Al llegar abajo el dragón negro apresó a Jon y lo llevó al tercer piso donde le volvieron a poner las cadenas. En esto Edgart le tocó a Jon y... se despertó. Todo había sido un sueño.