jueves, 18 de marzo de 2010

Gone Too Soon(te fuiste muy pronto)

No pude aguantar el dolor cuando me dijeron que te fuiste
no llegué a conocerte bien, y ahora me arrepiento.
Para mí eras único, el mejor y el más grande
Ahora siento un vacío por dentro
Y lo único que puedo decir es que te quiero.

La verdad más verdadera










Y me siento a esperar,
veo la vida pasar,
y todavía queda un año
para alcanzar la felicidad.
Y es que lamentablemente
cada día me cuesta más.

No puedo seguir así,
no puedo vivir sin ti.
Tu mirada me enamora
y el corazón me roba.


Tú, dulce amor
a escondidas me entregas.
Tú, dulce pasión
todos los días me das.

Tú, mi esperanza, mi alegría,
tú, mi amor para toda la vida.


Pero es que no puedo ocultarlo,
te amo sin pensarlo,
te necesito sin pedirlo,
y te extraño sin quererlo.

Sólo pido cada noche
que este amor nunca se derroche,
porque te amo cada día
y te deseo cada noche.


Solo con mirarte
me dan ganas de abrazarte,
de besarte,
de agarrarte y no soltarte.


Tan sólo quiero decirte
lo bonito que es amarte,
lo maravilloso que es sentirte,
y lo imprescindible que es tenerte.


Por eso te demuestro
todo esto tan maravilloso
y con solo una palabra
creo que lo digo todo:
TE AMO

jueves, 18 de febrero de 2010

Labrador

Para algunos solo eras un animal de compañía,
pero yo te quería.
Tu pelo suave yo acariciaba,
y tú, dulces besos me dabas.

Tus ladridos, dulces melodías,
hacías de despertador todos lo días.
Devorabas todas las pelotas,
y también escondías mis zapatillas y botas.

Destrozabas la plantas del jardín,
y tu pelo claro se manchaba de verdín.
Luego te tenía que lavar
y tú con las burbujas te ponías a jugar.

Kenia


Desde pequeñas,
un añito tenía yo,
fuimos como hermanas,
te quiero tanto.
Tú eras la luz que iluminaba
todo lo que había a mis pies,
ahora sin ti
tropiezo sin cesar.
Todas las noches,
al escuchar la canción sonora,
tu recuerdo me invade
y me hace llorar.
Como el río de aguas cristalinas
que cruza, parte y divide
el sendero por el que camino,
tu recuerdo es así.
Tu nombre,
un recuerdo frío y duro,
pero a la vez cálido y abrumador,
Kenia.

Solo tú me haces daño

Solo quiero huir, escapar de aquí,
solo me haces sufrir,
no me dejas vivir, siento que no te pertenezco a ti,
parece que me odias y yo lo creo así,
solo me gritas y no me paras de reñir.
Solo quiero vivir en un mundo sin ti,
pero a veces te extraño y por eso no me puedo ir,
y porque aunque no lo parezca te quiero aquí,
y no me quiero separar de ti.

Te amo

Mi amor me doy cuenta que te amo,
que eres mi vida,
que estoy enamorada de ti,
si te vas mi vida ya no tendría sentido,
así que por favor nunca te vayas de mi lado,
y ámame como yo te amo a ti.
Y así los dos seremos felices,
porque sé que me amas con locura,
como yo te amo a ti.
Somos dos almas gemelas,
el destino nos unió.
Eres mi media naranja.

martes, 9 de febrero de 2010

La venganza

Era una noche tranquila, demasiado tranquila para lo habitual en la villa de Rivadavia. Estaba yo sentado en la puerta de mi casa comiendo pipas, ya que era una noche tranquila aproveché. En esto que vi a dos hombres discutiendo a grito tendido, uno de ellos sacó un arma y le disparó tres tiros seguidos en el pecho, en esto que apareció por ambos lados de la calle mucha gente, se trataba de dos bandas rivales y los dos hombres que discutían ambos cabecillas de las bandas. Mi padre me cogió por el estómago y me metió para dentro de casa, cerró la puerta, y se abrió el fuego enfurecido. Todo era ruido de disparos, ventanas rotas, gritos de gentes etc. Yo le pregunté que por qué no venía la policía y hacía algo, él me contestó que la policía no hacía nada, que no les interesaba que muriese gente. Después de unos diez minutos de ruidos, reinó la calma, yo me fui a la cama pensando en lo que me había dicho mi padre de la policía. A la mañana siguiente me levanté pronto para ducharme e ir a colegio, desayuné y marché camino del colegio. A medida que iba caminando observaba que las cosas habían cambiado mucho en el barrio. Ya no era lo mismo que era hace unos años. Había gente que se drogaba en cada esquina, niños ejerciendo la prostitución, gente con armas en la cintura por protección, niños robando a plena luz del día, en fin cosas que hacen que salgas a la calle con miedo. Yo por eso solo salía a la calle para ir de casa al colegio y del colegio a casa y por la noche se complicaba, violaciones, asesinatos, etc. Yo soy una persona que quiere mucho a su familia y que soy capaz de hacer cualquier cosa por mis padres y mis hermanos, incluso matar. Un fin de semana volvían a casa dos hermanas mías, después de una noche de fiesta con sus novio, en esto que faltaba menos de una manzana para llegar a casa aparecieron dos chicos encapuchados, uno con un revolver y otro con una navaja, les pidieron el dinero a gritos y cuando se lo dieron, el del revolver asestó un tiro en la frente a uno de mis cuñados y otro tiro a mi otro cuñado cuando intentó hacer algo una de mis hermanas una puñalada le atravesó el pulmón y la mató y a mi otra hermana dos puñaladas en el estómago que la dejaron mal herida pero no la mataron, la dejaron en cuidados intensivos. Yo me enteré a la mañana siguiente, la noticia me destrozó me rompió el corazón con 15 años y sufro la pedida de una hermana y a la otra si la quiero ver la tengo que ver en una camilla atada a unos tubos para respirar, ver a mis padres y hermanos destrozados, no puedo soportarlo. Por la noche cuando todos dormían me levanté para ir al baño y escuché a mi padre hablar en el patio, me acerqué y vi a mi padre de rodillas y con las manos cruzadas y rezando en susurros, decía que ojala muriesen los desalmados que le habían hecho eso a mis hermanas.
Volví a la cama sin hacer ningún ruido para que mi padre no me escuchase. No pude dormir en toda la noche pensando en mis padres y en mis hermanos.
El sábado a las once y media salí de mi casa y fui hacia la esquina donde se encontraban los más peligrosos, malos, ladrones, asesinos... Con mucho miedo y en voz tranquila dije -quiero comprar un arma- Todos se giraron hacia mí, se rieron a carcajadas en mi cara. Todos menos uno que se quedó sentado mirándome con mirada fría. En esto saqué un fajo de billetes del bolsillo. Todos se quedaron serios. El que me estaba mirando serio me dijo -¿vienes por lo de tus hermanas?- Yo le dije que sí y me respondió -¿estás seguro? - Llorando le dije que sí. Me preguntó si sabía quiénes eran los que les habían hecho eso a mis hermanas. Yo en eso no había pensado. Me dijo que si hacía algunos trabajos para él me los entregaba. Acepté. Me dijo que volviera el siguiente sábado.

Se trataba de esperar en la puerta de un pub y recibir un paquete y entregárselo a él.

Salió todo muy bien, pero me esperaba otro trabajo. Me dijo que volviera el sábado siguiente.

Cuando llegué a su casa estaban todos preparándose para algo que parecía gordo, efectivamente se trataba de un ajuste de cuentas.

Me dieron un arma y me preguntó ¿sabes usarla? Obviamente no sabía usarla, pero le dije que sí. Me dio una 9 milímetros. No había visto algo así nunca.
Cuando llegamos la calle estaba desierta, parecía aquella noche cuando discutían esos hombres. Apareció una banda por el otro lado de la calle, entonces el hombre para el que yo trabajaba se levantó del suelo con una repetidora y empezó a disparar. Volaban tiros por todas partes. Yo seguía en el suelo muerto de miedo, cuando vi que se acercaba por un extremo un tío y apuntaba a mi jefe. Pensé que si lo mataba no obtendría a los tíos que habían matado a mi hermana. Fue cuando pensé rápido, me levante y mate a ese tío. De repente se acabaron todos los disparos. Se acercó el jefe de mi banda, me dio un abrazo y me dijo -me salvaste la vida- yo le pregunté qué había pasado, por qué se había acabado todo y me respondió que yo había acabado con el cabecilla de la otra banda.
Me cogieron dos chicos de mi misma banda y me alzaron en brazos y fuimos a nuestro garito. Empezamos a beber y a celebrarlo.
Me acerqué al hombre para el que trabajaba y le pregunté, ¿cuándo terminaré de hacer trabajos y me entregarás a esos tíos? Me respondió -creo que ya te lo mereces- chasqueó los dedos y los chicos me los trajeron. Estaban atados de manos, los dejaron en el suelo y la cabeza me decía mátalos y el corazón lo mismo. Empecé a darles patadas,
pero sin matarlos había alguien que lo deseaba más que yo. Les pedí a unos chicos que me ayudaran a llevarlos. Entré en casa y le dije a mis padres llorando -Dios oyó vuestras plegarias- y grité -!!!entrad!!!- y los chico de mi banda entraron en mi casa con esos tíos. Mi padre me miró y me dijo -gracias de verdad gracias- Y con la voz seria y alta dijo - VENGANZA-.

El carpintero y sus hijos

Érase una vez un carpintero que vivía en una aldea con su mujer y sus 4 hijos. La mujer cuidaba de los animales y de sus hijos.

Al cabo de tres años la madre enfermo. Su marido tuvo que dejar de trabajar para estar con sus hijos. Pasado un mes o así la madre murió. El marido fue el que peor lo llevó, pero gracias a sus hijos luchó por todo. Su hija mayor era la que le ayudaba en todo. Mientras que el padre estaba trabajando ella se encargaba de ordeñar las vacas y de lo que podía hacer, también les preparaba el desayuno a sus hermanos

Los más pequeños limpiaban su habitación pero no hacían nada más porque su padre prefería que estudiasen para que tuviesen una carrera y pudiesen trabajar de algo que les gustase

Todos los domingos iban al cementerio a llevarle un ramo de flores. Su hijo más pequeño es el que más lloraba y su padre si lo veía llorar se ponía muy triste.

Al cabo de 3 años el padre se casó con una mujer con mucho dinero, pero el padre no la querían por el dinero sino porque se portaba muy bien con él y sus hijos

Dejaron de vivir en el monte para vivir en una ciudad. Los niños cuando vieron un montón de gente corriendo de aquí para allá con bolsas y cosas así quedaron alucinados, la madrastra fue con los hijos del marido a una tienda donde había vestidos y pantalones que ellos nunca habían visto. Luego se fueron a un restaurante, pidieron comida para llevar porque los niños querían comer en el parque.

Los niños se divirtieron un montón pero empezaron a echar de menos a su madre, no le dijeron nada a su padre para que no se preocupara.

Cuando llegaron a casa de su madrastra sintieron algo extraño allí dentro pero no sabían lo qué

A las 10 cenaron. A las 11 todo el mundo se tenía que ir a dormir. Las habitaciones estaban muy separadas. La del hermano mayor era la que estaba al fondo, es decir estaba más oscura que las demás. Cuando el hermano mayor se estaba quedando a dormir escuchó un ruido, el pensó que podía ser su padre mirando si ya estaban durmiendo, pero no, no era su padre. El niño metió la almohada debajo de las sabanas y él se metió debajo de la cama para ver quién era esa extraña sombra, cuando se acercó vio a una señora de unos 52 años o así con unos pelos no muy normales porque parecía que no había ido a la peluquería nunca, su rostro era pálido, era muy delgada, destapó las sábanas y cuando vio la almohada se fue corriendo. El hermano mayor con el miedo que tenía puso una silla en la puerta para que nadie pudiera entrar, se metió en casa sin mirar para atrás pero no fue capaz de dormir.

A la mañana siguiente, se lo contó a su padre, pero él no le creyó, le dijo que lo más seguro era que hubiese sido una pesadilla. El niño para no discutir con su padre le dijo que él también creía que había sido una pesadilla, pero el niño en verdad sabía que eso había sido real, pero que muy real. El niño le pregunto a sus hermanos si habían oído algo extraño y ellos le dijeron que no.

Cuando estaban comiendo la madrastra fue un momento a su dormitorio y el hermano mayor fue detrás de ella para ver si era ella la que se le había aparecido de noche y en efecto había sido ella. El hermano mayor se estuvo preguntando toda la hora de la comida por qué habría ido a su habitación, pero claro cuando entró ella parecía que tenía 52 años. ¿Pero cómo es posible? El no sabía cómo contestar a la pregunta que él mismo se había hecho.

Cuando se quedó a solas con el hermano mediano le dijo lo que le había pasado. Él se lo creyó porque no creía que su hermano mintiese con esas cosas. El hermano mediano le intento ayudar para saber por qué la madrastra había ido a la habitación y además aparentando 52 años.

Eran las 10:30 y el hermano mayor y el mediano se metieron en el dormitorio del padre y de la madrastra, exactamente debajo de la cama a las 11 su padre y la madrastra llegaron al dormitorio. A las 12 o así el padre ya estaba durmiendo pero la madrastra no. Al poco rato se levantó de cama y salió del dormitorio y el hermano mediano detrás la madrastra se sentó fueran en el jardín y empezó a llorar. Entonces el hermano mediano fue y le preguntó por qué lloraba. Ella le dijo que mañana se lo diría.

A la mañana siguiente el mediano se lo preguntó pero ella dijo que no había dicho nada de eso. El mediado se puso a pensar como nunca había pensado y se preguntó para sí mismo ¿será sonámbula? A lo mejor lo era quién sabe.

Por la tarde se lo preguntó a su padre. Él le dijo que no, que no era sonámbula, porque nunca se levantaba de cama por la noche. Entonces le dijo el mediano que ayer la había en el jardín y estaba llorando y que le había preguntado por qué estaba llorando y ella le había contestado que se lo diría mañana, es decir, hoy.

Pero ella negó todo porque dijo que no estuvo en el jardín ni llorando pero él sabía que la había visto. Este misterio va a ser difícil de que se acabe, pero habrá que intentarlo.

El hermano mayor decidió poner una cámara en el dormitorio para vigilar a la madrastra, el hermano pequeño fue el más valiente para entrar en el dormitorio y poner la cámara.

jueves, 4 de febrero de 2010

Tutibodymanchas


Un día lluvioso de verano, el pequeño Manuel fue a pasar dos días a Portugal con su familia. Pasaron la noche en un hotel llamado Hilton porque todavía no habían llegado a la aldea y estaban muy cansados.


Por la noche, el pequeño Manuel tenía mucha sed y, por lo tanto, fue al baño a por un vaso de agua, como en el baño el agua la encontraba algo caliente, decidió ir a la fuente de la entrada. Bebió hasta hartarse, luego fue al baño...


-¡Cuidado!


Le gritó una voz desde una de las duchas.


-Ten cuidado, va a por ti y a por tu familia.


Manuel comenzó a gritar.


-¡Mamá, ayúdame!...
A la mañana siguiente, Elisa, la madre de Manuel fue a la cocina a recoger el desayuno para Manuel y Cristian, su marido.
Durante el desayuno Manuel estuvo muy callado, sus padres pensaron que era a causa del sueño.


-Falta poco para llegar a la aldea- dijo Cristian con cara de agobiado.


Diez minutos después llegaron a la aldea. Manuel salió del coche muy asustado, pero a la vez muy contento por estar allí. En primer lugar se dirigieron a la casa rural donde habían ido a pasar dos días.


Lo primero que hicieron al llegar a la casa fue desempaquetar el equipaje, a continuación Elisa preparó algo de cenar mientras Manuel se tomaba un baño en la segunda planta, y Cristian encendía la chimenea.


Manuel terminó de ducharse y mientras hablaba con su madre comenzó a subir las escaleras para ir a la habitación a ponerse algo de ropa cómoda.


-¡Mamá, Mamá!- gritó Manuel -mira lo que tengo-.


Manuel fijó la mirada en su madre y se dirigió directamente hacia ella.


Tenía todo el cuerpo cubierto de una especie de manchas moradas.


Los padres de Manuel estaban muy asustados y preocupados porque Manuel no paraba de moverse de una manera muy extraña, diciendo cosas sin sentido de tal forma que decidieron llevarle al hospital.
De camino al hospital Manuel se encontraba cada vez peor. La madre pensó que las manchas que tenía por todo su cuerpo, podía ser por un virus llamado "Tutibodymanchas", que suele haber en el agua que llega desde la frontera de Rusia. Al llegar al hospital el enfermero que estaba de guardia le dijo que esperaran cinco minutos en la sala de espera porque iba a avisar a un enfermero especializado en estos casos de enfermedades venéreas. El médico le comentó que era una enfermedad incurable. Que las manchas que tenía por su cuerpo se iban a hacer cada vez más grandes, hasta que explotaran y todo su cuerpo se quedara cubierto de pus lila.


Al enfermero no le quedó otra alternativa que vendarlo completamente, para que cuando las manchas explotaran no se quedara de color lila.
Los padres del niño como ya era tarde se fueron a casa. Cuando todo acabó el enfermero llevó a Manuel con sus padres.
Manuel al llegar a casa vio que sus padres estaban dormidos, por lo que él también se fue a dormir.
A la mañana siguiente Elisa fue a despertar a Manuel, Elisa se llevó un espantoso susto al ver que había un intruso disfrazado de momia en la cama de su hijo Manuel.


La madre empezó a corretear por la toda la casa como una histérica para avisar a su marido y acabar con ese espantoso ser. El niño aún estaba totalmente dormido.
El padre de Manuel, al principio, estaba también un poco histérico por lo que le contó su mujer y por lo que vió con sus propios ojos.


El niño se despertó y rápidamente escuchó los gritos de sus padres. Iba a bajar las escaleras para poder contactar con ellos, pero le surgió un imprevisto, estaba completamente vendado de pies a cabeza, de tal forma que no era capaz de moverse. Se tiró al suelo para poder coger las tijeras. Las tijeras eran tan pequeñas que no servían para cortar el envoltorio que le cubría todo el cuerpo.

Manuel estaba muy nervioso porque no era capaz de sacarse las vendas. Lo intentó con las tijeras con un cuchillo e incluso con sus propios dientes, pero nada daba resultado, todo eso era muy difícil. Se tiró por las escaleras para poder ir a hablar con sus padres.
Manuel gritó y gritó pero sus padres no lo escuchaban, él seguía gritando desesperadamente. Finalmente los padres lo escucharon, fueron a su lado. El niño tenía el cuchillo con el que intentaba cortarse las vendas. Los padres lo vieron con el cuchillo en la mano y se asustaron aún más. Empezaron a corretear por toda la casa y Manuel los seguía corriendo y gritando desesperado piediendo ayuda. Al final los padres entraron en razón y se dieron cuenta de que escapar de su propio hijo iba a ser aún peor, por lo tanto Elisa lo cogió de la mano y le mandó sentarse en el sofá para poder hablar tranquilamente. Los padres y Manuel entraron en razón y decidieron llamar a un médico.

Al cabo de media hora el médico llegó a su casa, pensó que sería mejor operarlo por lo que lo llevaron al hospital y allí se inició la operación. Tardaron dos horas y diez minutos pero al final todo salió bien.

Después de la operación Manuel y sus padres volvieron a su ciudad natal donde siguieron con sus vidas como si nada hubiera pasado.

jueves, 28 de enero de 2010

El viaje de David y Fran

Fran y David eran dos hermanos gemelos que tenían 12 años de edad.

Los dos tenían el pelo marrón, ojos marrones, de estatura media y siempre con la misma ropa.

Un día de verano quisieron ir al bosque a dar un paseo, de repente se les acercó una calabaza de color naranja y muy pequeña.

Quedaron un poco asombrados, ya que se habían dado cuenta de que ese día no era el de halloween. La calabaza les dijo que un día de estos les ocurriría algo muy muy malo.

De camino a su casa quedaron pensando lo que les podía pasar.

Esa noche era muy oscura pero ellos no eran capaces de dormir.
A Fran se le ocurrió ir a visitar a aquella calabaza para saber que les podía pasar Fueron al bosque en el que habían estado por la mañana.

Estuvieron esperando a que viniera, pero allí no había nadie. De repente, salió algo de un arbusto que se encontraba allí.

Fran y David estaban muy asustados porque no sabían lo que podía ser. Detrás de aquel arbusto estaba la pequeña calabaza.

Los dos hermanos le preguntaron qué les podía pasar el día de halloween. La calabaza les dijo podían ser convertidos en fantasmas.

Fran estaba muy feliz porque por fin podría cumplir su sueño. David en cambio su sueño era ser un caballero de la noche.

Los dos volvieron a su casa para intentar volver a dormir.

La mañana siguiente se despertaron, pero David estaba convertido en fantasma y Fran estaba convertido de caballero de al noche.

Cuando acabaron de desayunar se pusieron a correr hacia el bosque donde vivía la calabaza.

Como ella aun no se había despertado, Fran dio un gritó que se escuchó por todos los sitios del bosque. De todos modos la pequeña calabaza se despertó, estaba muy feliz porque ese día era el "día de halloween". Fran y David, como no sabían que halloween era esa noche, empezaron a avisar a todos sus amigos. Cuando cayó la noche, todas las calabazas, todos los animales, los disfrazados del bosque y del pueblo se reunieron en la gran cueva de los murciélagos.

La calabaza más pequeña se puso a contar cuantos eran. Eran mil quinientas personas, quinientas calabazas, pero los que estaban disfrazados eran mil pero allí faltaba alguien, tendrían que ser tres mil.

Una hora más tarde los gemelos llegaron al lugar pero con un poco de retraso.

Después de pedir perdón por el retraso, a David se le ocurrió una idea, pero no sabía expresarla delante de todos los que estaban en aquella reunión.

La calabaza les dio la enhorabuena por ser dos miembros más del club de halloween. David le dijo a Fran su idea y la intentó decir delante de todo el club. Todos los miembros aplaudieron pero a la calabaza no le gustaba su idea, pero a los demás sí. La idea era que cuando llegara el día de halloween para los niños, todos saldrían a asustarlos.

Aun faltaban tres días para que llegara ese día. Todo el club empezó a elegir su disfraz.

La calabaza no quería ir a asustar a la gente, porque una vez cuando había ido a asustar a algunos niños del pueblo, habían salido las madres de los niños detrás de ella con un palo muy grande para pegarle.

A David le daba un poco de miedo la oscuridad pero a Fran no le importaba que su hermano le tuviese miedo a la oscuridad. Fran habló con la calabaza para ver si su hermano se podía quedar con ella porque a David le daba miedo la oscuridad.

La calabaza le dijo que sí, que podía quedar con el sin ningún problema. Fran habló con David y le dijo que como le tenía miedo a la oscuridad, se quedaría con la calabaza. A David le daba igual porque la calabaza le dijo que también ella tenía miedo a la oscuridad.

Como los gemelos no sabían con qué podían disfrazar a sus amigos, bajaron y buscaron en Internet algún disfraz que diera mucho miedo, por ejemplo el corta cabezas o alguno por el estilo. A la calabaza le daba mucho miedo cuando vio a todo el club disfrazado de ese disfraz. Entonces echó a correr por el bosque como un cohete. Fran fue a buscar lo y le dijo que era el disfraz de halloween, pero non pudo aguantar el susto y se desmayó.

David fue al club a preguntar si alguien sabía despertar a la calabaza porque se había desmayado. Uno del grupo sabía como remediarlo pero le hacía falta un pequeño ramito de flores secas, un saco de piñas, un cacharro muy grande, un ordenador viejo, un plato y por último unas pocas pepitas de calabaza.

A David no le gustaba hacer experimentos ni pócimas por que tenía miedo de que se provocara una explosión. Entonces fue Fran y les dijo que él lo haría. Todos los del club le ayudaron para que no se equivocara y no produjera una explosión porque los ingredientes eran muy peligrosos.

Cuando los gemelos acabaron de hacer el experimento intentaron ponérsela cerca de la calabaza por que olía muy mal y eso podía despertarla.

Al día siguiente fueron a la casa de la calabaza pero ella aun seguía desmayada. Le volvieron a poner la poción para que la oliera. Los chicos del club se habían ido a preparar para esa noche de halloween.

Los gemelos se pusieron en camino para ir a la cueva donde se reunieron todos. Uno del grupo se puso el disfraz y fue corriendo a la casa de la calabaza, pero cuando fue a entrar se encontró la cama vacía. Buscó a la calabaza por todos los sitios de la casa y decidió ir a contárselo a sus compañeros del club.


Cuando iba andando por el bosque, se le apareció una sombra muy grande y se fue corriendo hacia la cueva, pero no había nadie. Solo había una nota tirada en el suelo. La leyó pero a él le resultaba un poco extraño lo que ponía, y también le resultaba un poco extraña la letra con la que estaba escrita. Lo que ponía era que ellos debían ir a buscarle a la casa de la calabaza porque tardaba mucho. El muchacho decidió ir a la casa de la Pasaron horas y los niños pequeños andaban asustando a la gente. El muchacho se cambió en la cueva.Escuchó muchos pasos al lado de él. Eran todos los del club. Le habían dado un susto de muerte. El muchacho se decidió ir a asustar a los niños pequeños.calabaza, pero no encontró a nadie. Se fue al pueblo y preguntó si habían visto al club de la cueva.

Las mujeres que estaban por allí no habían visto a nadie. Ellas se estaban preparando para esa noche tan especial. El muchacho parecía un vagabundo. Andaba solo por todos los lugares de aquel pequeño pueblo. Ya había caído la noche y todos estaban disfrazados, pero el muchacho no daba encontrado a sus compañeros.





Las brujas

Todo empezó ese día al atardecer.

Unos chicos decían que en una casa cercana a la de ellos, habitaban unas brujas, y que, según se decía, a quien se acercara allí le quitarían los ojos y se los harían comer.

Los niños ya no salían por las calles a pedir caramelos, tenían mucho miedo a que se cruzaran con las brujas malvadas.

En ese barrio había una pandilla muy valiente, y decidieron ir a esa casa. Quedaron a las 00:00 en la casa de Luis que era el jefe de la pandilla, este empezó a coger linternas, navajas, gorros... en resumen todo lo necesario.

Por el camino iban hablando de que no había ninguna bruja y que todo lo que les habían contado era una mentira.

Cuando llegaron a la casa escucharon un grito de socorro. Los chicos empezaron a temblar, se miraron unos a los otros y decidieron entrar.

Al abrir la puerta se encontraron con un enorme laboratorio con todos los ojos de las personas que habían ido allí.

Después subieron a la segunda planta dónde estaba uno de los quirófanos donde le quitaban los ojos. Siguieron inspeccionando la casa, sólo veían laboratorios y ojos. No vieron a ninguna bruja hasta que bajaron a la bodega y encontraron a las cinco brujas y a un niño aproximadamente de 12 años de edad quitándole los ojos.

Se fueron de allí para que no los vieran las brujas y no les arrancaran sus ojos.

Subieron a la tercera planta que era dónde estaban las habitaciones de los pacientes. Escucharon unos gritos, venían de la misma planta dónde se encontraban ellos. Fueron siguiendo el grito hasta dar con la habitación. Abrieron un poco la puerta y vieron a unos niños sin sus ojos, no se dieron cuenta de que por el otro lado venía una bruja, esta los vio, dio un chillido e inmediatamente subieron todas las brujas. Eran diez brujas contra los niños, tenían que salir de esa casa como fuera.

Empezaron a correr y se metieron en una habitación enorme, había muchos ojos y armarios. Se metieron en uno muy grande. Las brujas no sabían en qué habitación se encontraban. Estaban muy enfadadas y querían encontrarlos ya.

Los chicos estaban muy asustados, Juan el menor, tiró un bote de cristal y una de las brujas lo escuchó. Los chicos abrieron el armario y se fueron, pero esa bruja los vio y empezó a perseguirlos. No sabían dónde esconderse. Estaban acorralados. Pepe les dijo que cogieran las navajas para asustarlas y que supieran que iban armados para que no les hicieran nada. Tenían móviles y podían avisar a la policía para que vinieran a esa casa, así fue. La llamaron. Como la policía les dijo que ya iban para allí, los chicos se pusieron muy contentos y empezaron a saltar de alegría.

De allí a media hora vino el FBI. Entraron en la casa, pero las brujas no estaban. Se habían marchado robando los coches de la policía.

Los policías se fueron en sus coches, siguiéndolas hasta la frontera, el coche ya no tenía gasolina y se les quedó parado, los polis salieron y les pusieron las esposas a las brujas.

El collar

Ya estaba amaneciendo. Un rayo de sol se posó en mi cara, lo que hizo que abriera los ojos.

Estaba en mi cama con la ropa puesta, la cual, estaba destrozada, además, toda sucia y llena de tierra negra. Me llevé la mano al pecho, mi corazón latía al ritmo de una sirena de bomberos. Al hacer esto me di cuenta de una cosa, no llevaba puesto mi collar. Pensé que me lo habría quitado en algún momento y revolví toda la habitación. Busqué en todos los cajones, en el armario, por el suelo.... Pero nada.

¡Llevaba puesto ese collar desde que era pequeña! ¡Tenía que encontrarlo!

Me vestí unos vaqueros y una sudadera. Me calcé unos converse blancos y bajé a desayunar. Por el camino me hice una coleta. Cuando ya casi había llegado a la planta baja grité:

-¡Mamá! ¿Sabes dónde está mi collar?

Se me escapó un grito. Al final de las escaleras yacía el cuerpo de mi madre, inerte, con sangre goteando desde su boca, abierta y con una mueca de dolor, hasta el suelo.

No me lo podía creer. Contuve las lágrimas. Fui corriendo hasta la cocina temiéndome lo peor. Miré el reloj. Las diez en punto. Mi padre, a estas horas, hacía el desayuno todos los domingos. Nada, allí no había nadie. Mi corazón empezó a latir apresuradamente, un rayo de esperanza iluminó mi cara. Sonreí.

-¡Papá!-grité-¡papá! ¿Me oyes? ¡Papá!

La puerta del cuarto de baño estaba entreabierta. Entré. Allí estaba mi padre, tirado en el suelo, con la misma expresión en la cara que mi madre. Yo había heredado de él sus ojos grises, ahora mates, sin brillo.

Mi vida se había destrozado en tan sólo una mañana. Me eché a llorar. Giré la cabeza, no podía seguir viendo aquello.

Subí a mi habitación. Por el camino intenté no fijarme en aquel bulto que yacía en frente de la escalera.

Me acurruqué en mi cama sollozando hasta que me quedé dormida al fin.

Estaba de picnic con mis padres. Todo iba genial hasta que del suelo salieron unos esqueletos que tiraron le comida y gritaban con una potente voz de ultratumba.

Los esqueletos cogieron a mis padres y entonces me di cuenta de medían unos tres metros. Seguidamente éstos se los comieron.

Empecé a correr. Las lágrimas resbalaban por mi cara, empapando la ropa que llevaba puesta.

De repente, estaba atrapada en un torbellino, hecho de una substancia fría y que mojaba al tacto. Era agua. Ésta se secó, dando lugar a un extenso desierto. Caí. Todo fue muy confuso. Me di un fuerte golpe en le cabeza, me levanté, y al ver a aquellos esqueletos gigantes alzándose ante mí empecé a correr, aún sabiendo que me iban a alcanzar, desde el momento en que los vi, por primera vez, sabía que lo harían. Aún así no desistí, aunque el golpe que me había hecho me estaba taladrando la cabeza en busca de mi sufrimiento.

Al final, acabé por tropezar con una roca y me caí de bruces al suelo. Los esqueletos se abalanzaron sobre mí. Cerré los ojos. Al abrirlos estaba en mi habitación empapada de un sudor frío que me hizo estremecer.

Fui al baño, me lavé la cara, aún sin creerme lo que había pasado.

Al bajar a la cocina para buscar algo de comer vi el bulto que había al pie de la escalera y los ojos se me llenaron de lágrimas salté por encima de él y fui corriendo hasta llegar a la sala. Allí, cogí el teléfono y llamé al 061.

-¿Si? ¿Quién es?-preguntó la secretaria.

-Por favor... vengan... yo... mis padres... por favor...

Me eché a llorar, no podía seguir soportándolo.

-Vamos, vamos, cálmate ¿Cuál es tu dirección?

-Calle del Castro Nº 31 Copellada- dije de un tirón.

-De acuerdo, ya vamos para allá, tranquilízate ¿vale?

Colgué, me peiné un poco, haciendo caso omiso al bulto que yacía a mis pies y que antes había sido mi padre.

Cuando llegó la policía junto a la ambulancia yo ya no sabía que hacer. Me eché a llorar en brazos de un policía desconocido intentando, de ese modo, ahogar mi sufrimiento.

Sacaron a mis padres de casa, me llevaron a comisaría y estuvieron haciéndome preguntas del tipo «¿Qué tal estás?» «¿Qué ha pasado?» «¿Por qué no nos has llamado antes?». Yo no sabía que responder, aún no me creía lo que había pasado, me había quedado sin habla.

Aunque me mandaron salir del despacho escuché claramente que en apariencia mis padres estaban vivos, la autopsia negaba cualquier tipo de infección, enfermedad o incluso un infarto, pero mis padres estaban muertos, de eso no cabía duda, no respiraban, no se movían y no les latía el corazón.

Cuando me mandaron volver a entrar tenían la cara seria y yo un mal presentimiento.

-Tenemos que decirte algo- dijo el comisario.

-Resulta que no te queda familia aquí así que te tenemos que mandar a un orfanato- prosiguió el ayudante.

-Pero tardaremos dos semanas en arreglar los trámites así que vivirás sola durante ese tiempo- finalizó el comandante.
Así que ese era el problema. Tenían que dejar a una niña sola en la casa donde habían asesinado a sus padres para arreglar unos trámites y luego encerrarla en un orfanato.
Solo le quedaban dos semanas de "vida", tenía que aprovecharlas.
La llevaron a casa. Al entrar se dio cuenta de que había un fuerte olor a alcohol. La habían desinfectado.
Cuando se fueron los policías subí las escaleras, fui a mi habitación y busqué el collar, aquel que había desaparecido días atrás. Nada, seguía sin encontrarlo.
Desesperada, rompí a llorar, ese collar era el único recuerdo que me quedaba de mi antigua vida y lo había perdido.
Dormí, dormí durante días, incluso semanas, dormí como nunca había dormido y sin soñar.

Nada pudo interrumpir mi sueño, ni el cantar de los pájaros por la mañana, ni el sonido de la vaca de la vecina, ni el jaleo que hacía la gente de los alrededores. Hasta que alguien me llamó por mi nombre “Layan” dijo, “Layan”.Al final cedí. Abrí mis ojos grises y vi ante mí a un hombre de unos 40 años, tez clara, y de ojos verdes. Grité. Pero al despejarme me di cuenta de que era el ayudante del comisario que había conocido días atrás.
-Layan, Layan, vamos, nos tenemos que ir.
-¿Lo qué, a dónde, cómo, cuándo...?
-¡Ah! sí, lo había olvidado.
-Venga, vamos –dijo tirando de mí.
-Pero, la maleta...
-Ya te la hemos hecho -cortó él.
Bajamos las escaleras. Al salir me encontré con un conjunto de coches donde estaban varios policías, esperando.
El viaje fue largo y aburrido. En mi pueblo no había ningún orfanato, por lo que tuvimos que viajar bastante lejos.
Cuando el sol empezaba a declinar llegamos a una edificación bastante antigua, parecida a un castillo.
Al entrar me enseñaron mi habitación, me quedé allí, sin moverme.
Los meses pasaron volando, allí me aburría mucho, no había nada que hacer.
Durante dos semanas soñé que iba al cementerio y encima de una tumba encontraba mi collar. Lo soñé durante tanto tiempo que me lo creí.
Durante esos meses, por la noche, habían muerto ya 7 personas, 5 niñas y 2 adultos. Se decía que había un monstruo de tres metros que atacaba por las noches y todos estaban intranquilos. Yo tenía unas ojeras enormes, pensé que era por las pesadillas.
Un día decidí ir al cementerio, quería encontrar mi collar.
Tardé tres días en llegar, cuando lo hice ya era de noche, y en el cielo relucía una hermosa luna llena.
Entré en el cementerio, estaba cansadísima. Me dejé guiar por el instinto y encontré la tumba, aquella tumba de mis sueños y encima estaba mi collar. Lo cogí, me lo puse y en ese mismo instante empezó a temblar el suelo. De él salieron esos esqueletos que había visto en aquel sueño, meses atrás. No pude hacer nada, no pude mover ni un músculo, y esos esqueletos se abalanzaron sobre mí, y perdí el conocimiento.
Os estoy contando esto porque aquella noche sobreviví, y ahora soy uno de ellos.

martes, 26 de enero de 2010

Este cambio repentino

La tarde estaba oscura y lluviosa. No había demasiada gente por las calles de Manhattan pero eso no me importaba. Estaba muy preocupada por mi madre, llevaba dos días sin pasar por casa y eso no era algo típico de ella. Su ropa estaba en el armario, sus zapatos igual, no había signos de que se hubiese ido de viaje, pero aun así no llegaba...
La tarde del 4 de Diciembre apareció por casa la tía de mi madre, de la cual no sabía nada desde hacía dos meses, y me dijo que venía desde Australia para cuidar de mí mientras mi madre se ausentaba.

Me comentó que estaban haciendo una búsqueda especial para encontrarla. Ojalá tuviesen suerte.

A la mañana siguiente, al ir a desayunar, me encontré la cocina hecha un asco. La tía Monique la había llenado de botes que guardaban mejunjes con olores muy extraños, puaj.... pero los dejé ahí. Me daba igual cuantas porquerías se hubiese traído de allí, esa era mi casa y podría tirarlas en cuanto quisiese.
Estaba durmiendo tan tranquila cuando escuché un ruido abajo y me desperté sobresaltada. Notaba un ambiente extraño en la casa, y escuchaba ruidos que no eran típicos a las cuatro de la mañana... No estábamos solas

Salí de la cama rápidamente y me dirigí al cuarto de mi tía con rapidez, pero ella no estaba en él.

Sentí que un escalofrío me recorría de arriba a abajo cuando escuché una pisada detrás de mí. Salté y me gire pero no encontré a nadie, sin embargo notaba una presencia cercana a mí y no me parecía la de tía Monique.

Salí de la casa aprisa pero choqué. Delante de mí se alzaba un chico de unos catorce años. Lo miré y sin saber por qué me volvió a dar un escalofrío.

Ese chico tenía un halo extraño. Hasta sus ojos, de un azul precioso cielo, inspiraban terror.

Valeria, dijo, y después desapareció como una sombra al salir de repente el sol.

Me dio la extraña impresión de que no sería nuestro único encuentro

Al rato llego la tía y me preguntó que como estaba despierta tan temprano, y sencillamente le dije que no tenía sueño, cosa que era mentira, ya que me estaba durmiendo sola.

No le pregunte de donde venía, no tenía ganas. Me volví y me fui para mi habitación a arreglarla.

Cuando tuve el cuarto limpio bajé a desayunar. La tía me había hecho unas tortitas y un cuenco de cereales. ¡Me sentaron genial! Cogí mis cosas del colegio y me encamine hacia él.

La mañana estaba calurosa, así que disfrute del camino.

Las clases pasaban rápido y pronto llego la hora de comer. Me senté con Cristin y hablamos de cosas mientras nos comíamos la comida del colegio, que por cierto estaba asquerosa.

Tuvimos tres horas más de clase, así que salimos bastante tarde.

No volví a pensar en la noche pasada hasta el atardecer de ese día, cuando llegué a casa.

Durante el camino de vuelta había notado como si alguien me estuviera siguiendo, y de hecho así era. El extraño chico del día anterior me había seguido todo el camino de vuelta

Me estaba empezando a asustar aquel juego. Pronto me di cuenta de que no era una broma, ya que después de tres semanas de nuestro primer encuentro en mi casa el extraño chico me seguía espiando y persiguiendo.

Había salido con mis amigas a tomar algo y se nos había hecho tarde, así que decidimos volver a nuestras respectivas casas. Mientras pasaba por un callejón oscuro alguien se abalanzó sobre mí, y me intento golpear, pero algo hizo que me levantara y echara a correr.

Al levantarme vi a aquel chico ante mí. Él se acerco y de repente me abrazó con más fuerza de la que nunca pensé que nadie pudiese tener. Casi me hacía daño.

Me dijo que se llamaba Erick y que no me preocupase porque me rondase, que no pretendía hacerme daño. No sé porque pero le creí.

Me sentía protegida cuando él estaba cerca de mí.

Un par de días después lo encontré de nuevo en mi casa y mantuvimos una extraña conversación. Él se pasaba la mayoría del tiempo escuchando lo que le decía, cosas de mí y eso, pero cuando le preguntaba sombre él apenas hablaba. Es como si no hubiese tenido vida antes de conocerme.

Al parecer lo primero que recuerda es haberme visto en una tienda y seguirme y antes nada.

Era demasiado extraño como para creérselo pero aun así yo le creía. Aun que lo conocía desde un mes atrás me era muy familiar. Tenía la sensación de que en algún momento de nuestras vidas él y yo nos habíamos conocido.

Nos parecíamos mucho, éramos blancos como la nieve, con esas familiares pequitas en las mejillas y en la nariz, con el mismo color de ojos... lo único que cambiaba era el color del pelo, ya que él lo tenía oscuro como el carbón, y yo era rubia como el sol. Quien no nos conociera pensaría que éramos hermanos.

Al día siguiente llegó una carta a casa. ¡Era de mi madre! Decía que me mantuviese cerca de Erick, que él cuidaría de mí mientras ella se ausentase. ¡Era increíble! ¡Mi madre había contactado conmigo solo para decirme que dejase que Erick cuidase de mí! ¿Pero cómo podía saberlo ella?

Empecé a preocuparme otra vez. Llevaba dos días con un dolor de cabeza insoportable. Escuchaba ruidos y conversaciones de personas en mi cabeza y desde luego no eran imaginaciones mías.

Al día siguiente le dije a mi gato que se sacara de la cama y para mi sorpresa me obedeció y me dijo que en el sofá no se estaba cómodo. ¡Eso ya era demasiado! Fui a junto de tía Monique corriendo y se lo conté, y ella, como si fuera lo más normal del mundo me dijo que eso eran cosas normales en la adolescencia. Al ver mi cara de asombro me preguntó si sabía lo que era, y yo le dije que humana, ¿qué iba a ser sino, extraterrestre? Ella rió a carcajada limpia durante más de cinco minutos y después se puso seria y me dijo que yo era una bruja. En ese momento no pude más y me desmayé.

Al despertar tenía a muchas mujeres a mi alrededor, entre ellas mi tía. Eran un club de locas, seguro. Pero entonces vi a Erick y me sonrió, entonces me tranquilicé y me intenté levantar pero cuando me di cuenta ya era tarde. No podía levantarme porque no estaba sobre nada. Estaba flotando en el aire. Entonces Erick se acerco a mí y me ayudó a equilibrarme.

Lo siguiente que me dijo es que eso era lo normal cuando uno se enteraba de que era mágico. Entonces lo entendí todo, tras una breve explicación de lo que había pasado de él. También me contó por qué nos parecíamos tanto. ¡Al parecer Erick y yo éramos hermanos mellizos! Eso sí que fue toda una sorpresa. Pero lo mejor de todo fue que cuando me dijo que mamá estaba allí mismo. Por poco me da un ataque de alegría.

En cuanto la vi salí corriendo junto a ella y nos abrazamos durante un buen rato. Me explicó que durante la obtención de poderes no podía estar presente, por tanto se había ido a un piso que tenía en Barcelona, lo más lejos posible por si algo salía mal. Pero por suerte nada salió mal, ni entonces, ni en adelante.

Salió el sol como cada mañana, pero esta era diferente, hoy era el gran día. No pensé que sería tan larga la espera. Los días se me habían hecho eternos desde que la mandaron al hospital. Por fin llegó, con mi pequeña hermana en sus brazos.
Erick y yo fuimos a verla enseguida. Nos quedamos atónitos ante semejante hermosura de niña. La pequeña Anne era trigueña de estructura larga y esbelta. Sin duda cuando fuese adulta no tendría problemas con los chicos, bromeó Erick. A mí me pareció una broma de mal gusto. Anne sería mi niña mimada hasta que creciese lo suficiente como para que le diesen cariño otras personas...
Jamas podrè olvidar aquella mañana.

Hazle caso a mamá

Aquella era una mañana normal, como todas, una fría mañana de invierno. Salí de casa con mi bicicleta para ir al instituto. No sabía lo que me esperaba. Estaba subiendo aquella interminable cuesta cuando una furgoneta blanca se paró a mi lado. Un hombre de barba negra y espesa bajó la ventanilla tintada de aquel extraño vehículo y me preguntó:

- Hola, buenos días. ¿Podrías decirme cómo se va al mirador de este monte?

- Buenos días, pues va bien por este camino, sube todo recto por esta cuesta y al primer cruce que encuentre, gira a la derecha.

- Muchas gracias, ¿a dónde vas tú?

- Yo voy al instituto, por desgracia.

- ¿Y no hay autobús? Esta cuesta parece un poco difícil de subir.

- Si que hay, lo que pasa es que mi madre no lo quiere pagar ya que dice que puedo subir en bicicleta perfectamente y es un gasto innecesario, además de malo para el medio ambiente.

- Pues lo siento por ti, no me quiero imaginar lo cansada que llegas al instituto todos los días. A todo esto, ¿cómo te llamas?

- Me llamo Carlota, y si, llego muy cansada al instituto.

- Bueno Carlota, ¿quieres que te acerque hasta el instituto? No me cuesta nada, a parte, tú me has indicado el camino, es lo menos que puedo hacer por ti.

- No se, mi madre dice que no debo subir en coches de desconocidos.

- ¿Y le vas a hacer caso a tu madre? ¡Si es la mujer que no te deja venir en autobús y te permite subir esta cuesta con el frío que hace! Además, ya no somos desconocidos, yo se tu nombre y hemos mantenido una charla de diez minutos, ¿te parece suficiente?

- Si... Bueno, vale, llévame al instituto, espero que no se entere mi madre...

- Tranquila, no se enterará.

Entonces subí a la furgoneta algo indecisa. De repente, se me dio por preguntar:

-Y tú, ¿cómo te llamas?

Esa fue la peor pregunta que se me pudo ocurrir. Cuando la pronuncié, el hombre que llevaba la furgoneta dijo: "preguntas demasiado", y alguien me golpeó con un bate en la cabeza, dejándome inconsciente.

Me desperté en una sala pintada de color crema, con las manos atadas. Estaba asustada. No sabía lo que pasaba. ¿Es qué aquel hombre tan simpático que se ofreciera a llevarme al instituto en su furgoneta me había raptado? ¿Qué me iba a hacer? Lo que si tenía claro es que el hombre de la barba espesa no estaba solo, había alguien más. Esa persona que me golpeó con el bate dejándome inconsciente estaba en la parte posterior del coche, ¿quién sería? De todas formas, ese era el menor de mis problemas, tenía que pensar cómo salir de allí y rápido. Justo cuando intenté levantarme, oí un ruido detrás de la puerta de madera desgastada. Una voz grave. La voz del hombre que me había raptado. Me arrinconé en el lugar más oscuro que encontré en ese espantoso lugar, una mesa destartalada. El picaporte se movió muy lentamente hacia la derecha. Dos hombres con bolsas en la cabeza entraron en el antro.

Quería morirme, desaparecer de esa terrible habitación y volver a mi casa, con mi madre y mi padre, sana y a salvo, sin que esos hombres me hicieran nada. Las ganas de llorar me pudieron y un llanto les permitió mostrar el sitio exacto donde yo me encontraba.

Uno de los dos hombres habló:

-Carlota, ven aquí.

-¿Qué me vais a hacer?

-Si te portas bien, no te haremos nada.

-¿Quiénes sois? ¿Qué queréis de mí?

-Carlota, ven aquí.

No sabía si hacerle caso o negarme rotundamente. La segunda idea, así como me pasó por la cabeza, desapareció al pensar en todo lo que me podrían hacer si no hacía caso. Aún dudosa, me levanté de debajo de la mesa y me dirigí, con paso lento y temeroso, hacia aquellos hombres.

Estábamos a tan solo un metro de distancia cuando el portavoz (eso parecía, porque era el único que hablaba), dijo:

-Muy bien Carlota, así me gusta, que obedezcas.

-No se lo que me vais a hacer, pero sé que será algo malo, así que será mejor que me hagáis algo malo a algo peor.

-Chica lista, creo que esta vez he acertado.

-¿Acertado en qué? Por favor, no me hagáis nada malo, yo no merezco esto.

Un silencio sepulcral recorrió la sala. Me tomé eso como si fuera mi fin, algo malo ocurriría, pero no podía saber qué o cuándo sería, pero si sabía que iba a pasar. Al pensar en todo esto, fue imposible que no me cayeran las lágrimas.

Los hombres empezaron a cuchichear. Estaba lo suficientemente cerca como para sentir miedo, pero demasiado lejos para poder escucharlos.

Aquellos dos engendros malolientes empezaron a rotar por la sala como si yo fuera el Sol y ellos los planetas en pleno movimiento de translación.

Otra vez, el portavoz intervino:

-Te veo asustada.

Estuve a punto de soltarle alguna ironía de las mías, pero tenía miedo a enfadarlo y que me matase allí mismo, por lo que únicamente dije:

-Si...

-Haces bien.

-¿Eso significa que me vais a matar?
-No, por ahora. Mis condiciones hay que respetarlas, si las respetas nos llevaremos bien, si no, te puedes despedir de tu vida o simplemente de volver a ver la luz del Sol.

-¿Y cuáles son tus condiciones?

-Debes obedecerme, hacer lo que yo te diga, portarte bien y nada de ironías, no me gustan nada.

En ese momento me alegré muchísimo de haber retenido mis impulsos verbales. Añadí:

-¿Entonces, si respeto tus condiciones no me matarás?

-He dicho que no, por ahora no.

Durante el tiempo que estuve viviendo con mis secuestradores, rectifico, sobreviviendo, ya que apenas me daban ni comida ni agua, me hicieron cosas horribles. La principal era que me tocaban, y si me intentaba resistir, me pegaban hasta dejarme en el suelo con una hemorragia nasal o alguna que otra costilla rota. Me raparon el pelo para no coger piojos. Me sentía como los judíos en la época nazi.

Lo único que deseaba era morir, morir rápidamente, evitando cualquier dolor que esos desalmados me pudieran causar a mayores.

Un día encontré un cuchillo oxidado. Pensé en utilizarlo para acabar con mis días de oscuridad, pero el plan se vio abortado cuando el secuestrador callado entró para darme mi almuerzo.

No sabía cuánto tiempo llevaba allí encerrada. Dos semanas, dos meses... no lo sé. Lo que si sabía era que no había mantenido ninguna relación con el mundo exterior en ese tiempo y que mi habitación, si así podía llamarse, empezaba a oler mal ya que no había baño y tenía que hacer mis necesidades en una esquina.

Un día se me ocurrió preguntarle al secuestrador callado que por qué no me quitaban eso de allí. Fue la segunda y la última vez que lo escuché hablar. -¿Qué te crees que es esto? ¿Una cuadra y yo tu mozo? Venga ya, mocosa. Si no te gusta cómo huele te aguantas y si quieres que el olor cese, aguántate tus ganas de echar las heces fuera.

En realidad, el callado era el más borde. Supongo que por eso mantenía la boca cerrada.

Un día, los sentí murmurar cerca de mi puerta. Coloqué la oreja en la puerta para escucharlos mejor.

-Voy a salir al súper.

-Vale, pero ten cuidado. Lleva el carnet falso, que el tema de la niña secuestrada está muy movidito. Tendríamos que haber escogido a unos padres que tuvieran menos vida social.

-Ya te digo. Oye, ¿tienes tú el carnet?

-No, ¿por qué?

-Porque no lo encuentro.

-Estará en el coche.

-Pues ven conmigo a buscarlo, que yo no entiendo cómo se abre esa furgoneta.

-Voy y vuelvo rápido, que la mocosa ésta tendrá que despertarse dentro de poco.

-Vale.

Supe que ese sería mi momento de escapar. Abrí la puerta de mi habitación. Por primera vez vi esa "casa".

Estaba patas arriba: bolsas de patatas fritas por el suelo, el sofá deshecho, la loza en el fregadero sucia... en resumen, una pocilga.

Busqué la puerta principal. Era una puerta de cristal, cubierta por la parte de dentro con una persiana de madera barata. Miré por los agujeros de la persiana y pude distinguir a dos hombres discutiendo a lo lejos. Fui a la cocina para coger un botellín de agua por si acaso. Salí de aquella terrorífica casa, corriendo como jamás lo había hecho.

Paré de correr en un bar de carretera, a unos 100 metros de la casa. Tomé un trago de agua y entré en el sórdido bar.

En cuanto la camarera, con un espantoso lunar lleno de pelos en la mejilla me vio, giró la cara hacia el corcho repleto de anuncios que había al fondo del bar, al lado de los servicios. Seguí su mirada, que terminaba en una hoja de papel amarillenta, con la foto de una niña y el título de "DESAPARECIDA". Esa niña, con un pelo tan bonito y una cara angelical era yo.

La camarera me dio un vaso de leche caliente y me preguntó si me llamaba Carlota. Asentí. Se dirigió hacia el teléfono que había justo al lado del corcho y marcó el número de mi madre.

Yo, Carlota, cinco años después de mi secuestro, sigo recibiendo sesiones psicológicas de tres horas diarias para ayudarme a superar el gran trauma que me supuso aquella experiencia.

martes, 19 de enero de 2010

La granja y sus antepasados

Una noche de tormenta me desperté a medianoche muy asustada y sudando, había tenido una pesadilla. En ella que me despertaba a mitad de la noche y buscaba a mis padres que estaban en la habitación, y por más que los llamaba no se despertaban.

-¡Aaaaaahhhh!-grité al ver que no se movían. Estaban muertos. En ese momento me desperté.

Me levanté, me puse el pantalón vaquero y fui corriendo a la habitación de mi hermano Tomy, lo cogí en brazos, y nos dirigimos a la habitación de mis padres. Empecé a sudar otra vez, encendí las luces y me acerqué a mi madre, cuando la toqué estaba fría, al ver que no se movía empecé a llorar y me fui corriendo a mi habitación. Cogí el móvil y llamé a urgencias. Tomy estaba tan asustado que empezó a llorar.

-Tranquilo, no pasa nada- le susurré al oído y lo intenté dormir.

Cuando llegó la ambulancia ya no había nada que hacer, por descuido de la policía, mi hermano vio como metían a sus padres en la ambulancia.

Subí a mi habitación, recogí mis cosas y las de Tomy, y nos fuimos con la policía para declarar lo que había pasado.

Unas semanas después de la muerte de mis padres, nos mandaron a un pequeño pueblo de unos 2.000 habitantes.

Tomy tenía 2 años y después de lo de mis padres no pronunció palabra.

Nos mandaron a vivir a una granja a las afueras del pueblo con una familia. Con una familia que nos adoptaría temporalmente.

Al llegar a la granja nos dieron una buena bienvenida y nos enseñaron nuestras habitaciones.

Parecían buenas personas, él se llamaba Alberto y ella Clara. Su habitación estaba cerca de la que sería para Tomy.

Yo bajé al coche y saqué varias cajas con nuestras pertenencias del maletero y subí a mí habitación para desempaquetar todo. Al acabar con mi habitación fui a la de Tomy.

-Ya acabé- le dije a Clara.

-Muy bien baja las cajas al sótano- me dijo Clara.

Cogí las cajas y me dirigí a la puerta del sótano. Intenté abrir la puerta pero estaba atascada, de repente se movió el pomo y se abrió sola. Baje y vi a un niño siniestro andando por el techo con la cabeza del revés.

-¡Ah!- grité y eché a correr hacia la cocina.

-¿Qué pasó, por qué estás tan asustada?- me preguntó Clara.

-Acabo de ver a un niño con la cabeza del revés- le dije.

-Para de decir tonterías sé que no te gusta estar aquí pero no te da derecho a asustar a Clara- dijo Alberto.

-No es ninguna tontería yo lo vi- dije enfadada.

De tan enfadada que estaba subí a mi cuarto llorando porque no me habían creído y porque lo que vi era muy peligroso. Después de que me relajara me armé de valor y bajé al sótano. La puerta se abrió sola y bajé esta vez con una escoba. La puerta se cerró al pasar. Al llegar al centro del sótano, una sombra empezó a correr por la habitación, cuando se paró me acerqué para ver como era. Él estaba todo acurrucado en la esquina del sótano. Me acerqué, extendí la mano y me atacó.

-¡Ah!- Grité.

Alberto y Clara bajaron corriendo y me encontraron en el suelo con marcas en la garganta, muñeca y tobillo. Me cogieron y me llevaron al hospital. Cuando estábamos de vuelta me interrogaron.

-¿Qué fue lo que pasó?- me preguntó Clara.

-Ya te lo dije, había alguien en el sótano, un tipo de niño y me atacó- dije yo.

-Quizá tenga razón el médico y se lo haya hecho ella- le dijo Clara a Alberto.

-Es lo más posible después de la muerte de tus padres.

-¿Por qué no me creéis? Es la verdad- les dije a ambos.

Llegamos a la granja me bajé del coche y salí corriendo hacía mi habitación.

-No me puedo creer que no me crean- grité a la habitación.

Sabía que allí no estaba a salvo, ni yo ni mi hermano, así que bajé muy despacio las escaleras y le cogí las llaves del coche a Alberto. Me dirigí al pueblo en busca de información.

Me dirigí a la biblioteca y me conecté a internet.

-No puede ser-susurre.

Descubrí que los anteriores propietarios de la casa habían muerto por asesinato (los padres, la hija de 15 años y el hijo de 7 años) y que la había heredado su sobrina que era una de las sospechosas de asesinato pero no había pruebas.

-No, pero con quien nos mandaron- susurré

Salí corriendo, cogí el coche y salí pitando hacia la granja.

Al llegar subí a mi habitación cogí mi móvil. Empecé a marcar y de repente escuché llorar a mi hermano, salí corriendo escaleras abajo hacia el sotano. Al pasar por la cocina cogí un cuchillo. Estaba preparada para salvar a mi hermano. Cuando bajé vi a mi hermano en los brazos de Clara llorando.

-Por favor deja a mí hermano en el suelo-Grité
-No!
En ese momento el suelo empezó a moverse y salía como tierra que se dirigía a Clara. Cuando pararon salió el niño que me había atacado y le tiró del pie haciendola caer hacia atrás.
Salté por encima de las cajas hacia mi hermano. Se lo quité de las manos a Clara y en ese momento el niño se llevó a Clara con él.
Yo salí corriendo hacía mi habitación cogí el movíl y llamé a Alberto y después a la policía.
Cuando llegaron se lo conté todo y me creyeron.
-Ya pasó todo Tomy- le dije a mi hermano para que se tranquilizara.
-Te quiero hermanita- me dijo.
-Estás hablando.
Después de todo Tomy volvió a hablar y nos fuimos con Alberto a vivir al pueblo. La granja quedó cerrada y poco después la destruyeron para que no atormentara a ninguna familia más.

Naufragados

Érase unos náufragos en una isla perdida, en un océano perdido.

Se llamaban Jaite, Moralex y Ryder. Estaban buscando comida y agua, pero era de noche y no se veía nada.

De noche, solo se escuchaba a los animales y a nosotros gritar porque teníamos miedo.

Al final encontramos comida y agua, pero estaba sucia.

A la mañana siguiente, nos fuimos a la playa a bañarnos desnudos, el agua estaba muy fría. De paso pescamos delfines.

Después fuimos cocinar los delfines. La pena que me salieron chamuscados, pero estaban buenos. ¡Fue un buen desayuno para empezar la mañana!

A las doce de la mañana, estuvimos buscando palmeras y ramas, para hacer un refugio para cuando lloviese, y dijo Ryder. -Jaite esa palmera es pequeña, coge una más grande. Y respondió Jaite.-si fue Moralex que es un payaso, es que siempre lo mismo Ryder, cállate un poco, que aparte de ser el payaso el Moralex, tú también lo vas a ser.

-Callaros los dos, porque si no os meto una paliza del quince. Fue sin querer, Ryder, tío me caes bien, pero tómate las cosas con calma y humor, ¿vale? – dijo Moralex todo cabreado con cara de inocente.

-Vale, tío, lo siento, es que el delfín me sentó mal.

-Jajá, es que se te chamuscó, no sabes cocinar los delfines, la próxima vez me dejas a mí.

-Pero que te salgan bien, y me pido la aleta.

Jaite mirando a ellos partiéndose de la risa, tropezó con la palmera, cayó en las silbas y le quedó la cara con marcas.

Ryder no podía mas, entre el delfín que le sentó mal, lo de Moralex y ahora lo de Jaite, vomito encima de Moralex.

-A ver, paramos ya, que si no no acabamos nunca-. Dijo Ryder

-Tienes razón.- Dijeron los dos a la vez.

Se fueron al refugio a descansar. Ryder se sentía mal. Moralex y Jaite estuvieron haciéndole compañía.

-Ryder, te dejamos tirado en el refugio, nos vamos a tomar el sol, que estamos tan blancos, que parecemos muertos.

-Pues iros, que yo voy a dormir.-Dijo Ryder con cara de dormido.

Por la tarde, volvieron al refugio quemados, gritando de dolor. Ryder aun seguía durmiendo y grito Moralex aposta. -Ryder, ¡estamos quemados!-

Ryder se levanto de un salto por el susto que se llevó.-Qué tontos sois, estar toda la mañana hasta ahora tomando el sol...-

-Es que nos quedamos dormidos y no nos dimos cuenta, nos despertó un pájaro carpintero.

Ryder con cara de mala leche, por la forma en la que había sido despertado, les dio la espalda y se puso a dormir.

Meses más tarde, ya era Navidad, empezamos a coger un árbol, para ponerle adornos: peces, estrellas de mar, algas...

Pasaron muchos días de frío, no tenían con que taparse, empezó a morirse Jaite, después Moralex y por último Ryder.

Ya no quedan más náufragos.