martes, 15 de diciembre de 2009

Extraña pesadilla


 Era un día nublado. Me levanté de cama con el pelo revuelto y mucha hambre. Me dirigí al baño para lavarme la cara y cuando entré...


Aaahhh! ¡¿Qué es eso?!


Mi hermano Jake vino corriendo al oírme gritar.


-¿Qué pasa?-preguntó medio dormido.


-Mira eso...-señalé con el dedo la cortina de la ducha y al fin se percató de lo que pasaba.


Era un bulto negro que se movía haciendo un ruido estremecedor.


-¿Avisamos al tío Paco?-preguntó con la voz temblorosa.


-No, espera un poco- agarré la escobilla del wáter, claro, que estaba limpia, y le di un ligero golpe en lo que parecía ser su cabeza.


Entonces, salió disparado hacia la puerta y se dirigió a la cocina.


Jake y yo lo seguimos y fue entonces cuando nos dimos cuenta de que era una cría de murciélago.


-Ahora estoy más que seguro de que tenemos que avisar al tío Paco- dijo Jake.


-Ssshhh-le chisté- baja la voz o lo asustarás aún más.


-¡Eh!, ¿qué son esos gritos?- preguntó el tío Paco desde su habitación.


Fue entonces cuando el murciélago se desplomó en la cesta de las frutas.


-¡Oh, no!-gritó Jake.


-Ya, pobrecillo-contesté.


-¡No! A ver quién se come la fruta ahora- me respondió con cara de asco.


-Serás crío, anda, ven y ayúdame a cogerlo.


En ese momento el tío Paco apareció por el umbral de la puerta.


-Bueno, ¿se puede saber que está pasando aquí?- preguntó.


Cogí rápidamente el murciélago con las manos y lo escondí en el bolsillo de mi viejo pijama.


-Nada- respondió Jake. Genial, Jake sabía mentir muy bien pero yo era pésima. Con mis padres era más fácil pero desde el accidente, y desde que el tío Paco es nuestro tutor legal, es más difícil.


-¿Cleo?-preguntó.


-Esto..., verás, es que Jake tenía hambre y le vine a coger una manzana, ¿verdad Jake?


-Si-contestó. Le tendí la manzana más roja de la cesta, me puso cara de asco y luego la mordió poco satisfecho.- Mmmm, que rico.


-Bueno, pues hacer menos ruido, ¿vale?


-Vale...-contestamos los dos a la vez.


En cuanto el tío Paco volvió a su dormitorio, Jake y yo subimos a mi cuarto.


Ambos nos sentamos en la alfombra que había junto a mi cama. Saqué al pequeño murciélago de mi bolsillo y lo coloqué en el suelo.


Jake cogió de mi escritorio el botellín de agua y le tiró el agua encima.


-¡Pero qué haces animal!- le grité yo.


En ese momento el murciélago agitó la cabeza.


-¿Lo ves?, sólo necesitaba despejarse.-me replicó él.


-No te creas...-dijo una voz aguda-Estaba algo mareado con tanto ajetreo.


Miré a Jake con cara de susto, y él respondió de la misma manera. Seguramente, por instinto, ambos miramos al murciélago, y, esperábamos estar equivocados pero...


-¡Qué fuerte!-dijo Jake.


-Ya te digo, esto es increíble.- le contesté.


-¡Tiene una oreja más larga que la otra!- grito fascinado.


-Ay, serás bobo, el murciélago ha hablado.


-Ya seguro y los cerdos vuelan, no te fastidia...-me replicó Jake.


-¡Eh, que sigo aquí!-dijo el murciélago.


A Jake se le quedó la boca abierta de par en par.


-¿Que decías?-le contesté.


-¿Se puede saber dónde estoy?-preguntó el murciélago.


-Eh...en mi casa, oye para que no haya confusiones entre nosotros, ¿cómo te llamas?-le preguntó Jake.


-Yo no tengo nombre, además lo último que recuerdo es que la noche anterior me persiguió una manada de vacas locas.-nos contestó.


Jake y yo nos echamos a reír durante un buen rato. ¡Vacas locas, a quien se le ocurre decir semejante trola! Cuando al fin conseguimos relajarnos, le contesté, de una manera que pareció irritarle.


-En serio, ¿qué te pasó ayer por la noche?


-¿Con que no me crees eh? Pues ya verás, vengo ahora.


Salió disparado por la ventana, que lógicamente estaba cerrada, y se metió el mayor mamporro de la historia. Giró la cabeza en nuestra dirección para que parásemos de reír y le abriéramos la ventana.


Jake se ofreció a abrirla mientras lloraba de la risa. En otro intento voló hacia afuera y, en unos 9 minutos apareció con una gran sonrisa de satisfacción en la cara.


-¿Y bien?- pregunté yo.


-Espera y verás.-dio un gran silbido y en el tiempo que se tarda en pestañear un mugido inundó mi habitación.


Jake y yo nos acercamos a la ventana con el peor de los presentimientos. Abrimos bien los ojos porque la idea no nos cabía en la cabeza.


Un murciélago que habla ya es mucho imaginar. Pero, una manada entera de vacas dirigiéndose a mi casa era una auténtica locura.


-¡Corre!-le grité a Jake, al mismo tiempo que agarraba a aquel bicho peludo que nos había metido en semejante problema.


Las vacas saltaron rompiendo la cristalera que tenía en la habitación. Con la mano que me quedaba libre agarré el pomo de la puerta, intenté abrirlo, pero se rompió.


-¡Oh, no!-chilló Jake. Las enormes vacas estaban a punto de aplastarnos.


Ahhh!-gritamos Jake y yo.



Me sobresalté y me incorporé quedándome quieto en la cama que ahora me pertenecía.


Fui a la habitación de Jake, estaba durmiendo tranquilamente. A continuación me dirigí a la habitación de Cleo, que también estaba dormida.


Observé con atención la gran cristalera que llenaba de luz aquel pequeño cuarto. Una serie de imágenes me inundó por completo. Antes de levantarme había tenido una extraña pesadilla en la que yo era mi dulce sobrina, y me encontraba con un murciélago que hablaba y que traía con él una manada de vacas locas...


-No debería tomar café antes de irme a dormir, produce alucinaciones- me dije a mí mismo.


Regresé a mi nueva habitación y...


-Hola Paquito- dijo una voz aguda.


Me volví y no me podía creer lo que estaba viendo. Un pequeño murciélago estaba posado sobre el cuerno derecho de una de las muchas vacas que cubrían mi habitación.


-¡Oh, oh!- dije.


  


 

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